Las litografías tabacaleras, a través de su iconografía, documentan elementos de la vida cotidiana del siglo XIX. Tal es el caso de la marca de tabacos El Sereno, que refleja varias de las obras públicas emprendidas por el capitán general de la isla de Cuba, Miguel Tacón, durante su mandato.

Las litografías tabacaleras constituyen documentos visuales que testimonian elementos de la vida cotidiana en el siglo XIX, de ahí en gran medida su carácter patrimonial. En su momento, cumplieron una función promocional, no solamente de la empresa comercial en cuestión, sino de las instancias e iniciativas de carácter público y/u oficial, además de identificarse con los patrones ideológicos-culturales de la época y los intereses políticos, comerciales, sociales... entonces en boga. Tal es el caso de la marca de tabacos El Sereno, que refleja varias de las iniciativas de carácter público emprendidas por el capitán general de la isla de Cuba Miguel Tacón y Rosique durante su mandato, entre 1834 y 1838.
Precisamente esta litografía es un ejemplo muy ilustrativo de cómo se manifiesta la relación entre la empresa comercial, su iconografía promocional y el taller donde se imprime la etiqueta, a la par que testimonia una de las mayores obras públicas efectuadas bajo el mandato de ese gobernador colonial: el Paseo de Tacón. La marca El Sereno alude a la figura insigne del cuerpo organizado para la protección de las calles, cuyo reforzamiento se produce por esa época en correspondencia con la expansión creciente de la ciudad extramuros.

Litografía del gobierno
Esa etiqueta fue impresa en la Litografía del Gobierno, donde se produjo una gran cantidad de etiquetas tabacaleras. Aunque los antecedentes del grabado litográfico en el país se remontan a los talleres de los franceses Santiago Lessieur y Louis Caire en La Habana —creados en 1822 y 1829, respectivamente—, y del dominicano Juan de Mata Tejada, este último en Santiago de Cuba en 1824, no fue hasta 1839 que la impresión litográfica entró en una nueva etapa con la llegada al país de expertos dibujantes, pendolistas, litógrafos, y con la introducción de nuevas maquinarias. Fueron precisamente la Litografía del Gobierno —también conocida como Litografía de los Españoles—, a cargo de los hermanos peninsulares Francisco y Fernando Costa y Prades, junto a la Litografía de la Real Sociedad Patriótica, más tarde Litografía de la Sociedad Económica de Amigos del País, de los franceses Francisco Miguel Cosnier y Alejandro Moreau de Jonnés, las protagonistas de ese florecimiento (1).
En 1845, la situación económica de este último taller obligó a sus regentes franceses a liquidar a favor de los Costa: «A partir de entonces, la empresa unificada de ambos talleres trabajó bajo la razón social de Litografía del Gobierno y de la Real Sociedad Económica »(2). Otro acontecimiento tiene lugar ese año: en vez de embalar los puros para la exportación en grandes cajones de pino seco, como era la costumbre, Ramón Allones, dueño de la fábrica de tabacos La Eminencia, comienza a empaquetarlos en pequeñas cajas de cedro adornadas con litografías, que permitían identificar la procedencia del producto y evitaban los fraudes. Esta iniciativa rápidamente fue imitada por el resto de los fabricantes (3). Desde este momento, no solo se incrementó la producción litográfica destinada al comercio del tabaco, sino que se convirtió en un factor indispensable para su legitimación.
La prolífera producción de tabacos y cigarrillos generó un gran número de etiquetas, muchas de las cuales, a pesar de los avatares del clima y del daño que algunas podían sufrir al ser despegadas de los envases, se conservan hoy en los fondos de varias instituciones nacionales, y por algunos coleccionistas de memorabilia tabacalera. El Museo del Tabaco (Oficina del Historiador de la Ciudad) atesora una colección de esas primeras etiquetas para tabacos y cigarrillos impresas en Cuba. Parte de esas marquillas en exhibición formaron parte de un expediente presentado por los hermanos Francisco y Fernando Costa al Gobierno Superior Civil de la Isla, en diciembre de 1848.
En dicho documento se reproducían 232 marcas de tabacos y 180 de cigarrillos, que habían sido impresas en la Litografía del Gobierno, desde su fundación hasta la fecha citada, y en el taller de la Real Sociedad Patriótica, antes y después de 1845, año en que ambos establecimientos se fusionaron. En los fondos del Museo Nacional de Bellas Artes también pueden encontrarse algunas de las marquillas que formaron parte del mencionado expediente.
Esas primeras etiquetas eran a una sola tinta y en ellas se identifica el nombre de la marca y un dibujo alegórico a esta, la dirección de la fábrica y los nombres de los propietarios. También eran especificados el origen de las hojas de tabaco —generalmente de las vegas de Vuelta Abajo, en Pinar del Río—, el nombre de la ciudad (La Habana) y si la fábrica estaba ubicada en la zona extramuros. Además de español, el texto podía aparecer en inglés, alemán, francés..., en dependencia del destino de exportación del producto.

En 1841 la figura del sereno ya aparece en la imagen del Paseo Militar, realizada por Laureano Cuevas, en la Litografía del Gobierno, para el primer tomo del Paseo Pintoresco por la Isla de Cuba.

La marca El Sereno
En esas tempranas estampas, si bien no había surgido una iconografía identitaria del tabaco cubano, ya comenzaban a manifestarse, a través de los dibujos, las costumbres y la arquitectura de la época. Tal es el caso de la marca El Sereno, realizada por el destacado litógrafo de etiquetas para tabacos y cigarrillos Manuel Méndez, en la Litografía del Gobierno, uno de cuyos ejemplares se conserva en los fondos del Museo del Tabaco.
En la marquilla, el tema central es el guardia nocturno. Este aparece realizando sus labores a la entrada del Paseo de Tacón. En la imagen se observa la estatua de Carlos III entre las dos columnas que daban inicio a la alameda, y en el fondo del dibujo, el Castillo del Príncipe, al cual conducía ese antiguo Paseo.

Los serenos recorrían las calles anunciando, periódicamente y a viva voz, la hora y el estado del tiempo. Llevaban consigo un farol para alumbrarse, una pica o chuzo, un silbato para pedir auxilio en caso de avistar algún delincuente, y una cuerda para atarlo si lograban capturarlo. Este «utilísimo instituto de vigilancia nocturno», según lo calificara Jacobo de la Pezuela en su Diccionario geográfico,estadístico, histórico de la Isla de Cuba (1863), empezó a «ensayarse» en La Habana en los primeros años del siglo XIX, pero con muy pocos recursos y una reducida cantidad de plazas. En 1824, el capitán general Francisco Dionisio Vives aumentó el número de estas plazas, pero no fue hasta 1834 cuando su sucesor, Miguel Tacón, estableció oficialmente el Cuerpo de Serenos, con recursos fijos para sostenerlo, compuesto por cuatro brigadas, con la fuerza de 65 plazas, que según el reglamento establecido, debían ser ocupadas por licenciados del ejército o de la armada (4).

Imagen superior derecha: Avenida Salvador Allende, conocida popularmente como Carlos III (otrora Paseo de Tacón) en la que permanecen aún el pedestal que sostenía la estatua del emperador homónimo, así como dos columnas primigenias (al fondo de la imagen). Imagen superior izquierda: Estatua de Carlos III que actualmente se conserva en el Museo de la Ciudad. Imagen inferior: Vista de la entrada al Paseo de Tacón donde se aprecian la estatua de Carlos III a principios del siglo XX, así como el pedestal que la sostenía y las columnas dispuestas a sus flancos.


En principio, esta organización solamente estuvo destinada a proteger La Habana intramuros, y no fue hasta el primero de mayo de 1839 cuando el capitán general Joaquín de Ezpeleta aumentó el Cuerpo a cinco brigadas, dedicando la quinta a la seguridad de una parte del barrio de San Lázaro en la zona extramuros (5). En 1844 el Cuerpo contaba de ocho brigadas con la fuerza de 200 serenos, las cuatro primeras para el servicio intramuros, y las cuatro restantes para el extramuros (6). Probablemente la litografía haya sido realizada hacia esa fecha, y en ella se aprecia al sereno haciendo su recorrido al inicio del Paseo de Tacón, el cual debe haber entrado dentro de las rutas del Cuerpo de vigilantes desde unos años antes, cuando no solo creció el número de sus miembros, sino que pasó a cubrir nuevos vecindarios en La Habana extramuros.
Así, al revisar otra de las imágenes que refleja esta zona de la ciudad, en este caso la lámina «Entrada del Paseo Militar. Habana», del primer volumen del Paseo Pintoresco por la Isla de Cuba (1841), realizado por Laureano Cuevas en la Litografía del Gobierno, el mismo taller donde se litografió la marca El Sereno, vemos también representado a uno de esos miembros del sistema de vigilancia. O sea, se manifiesta una evidente correspondencia entre ese personaje y el Paseo de Tacón.
Durante el mandato del capitán general Miguel Tacón (1834-1838), no solo se oficializó el Cuerpo de Serenos, además, se llevaron a cabo otras acciones de bien público, como la rotulación de las calles y mejoras en el alumbrado público, por mencionar algunas. También se caracterizó el gobierno del mencionado capitán general por un extenso proyecto de urbanización que comprendió, principalmente, La Habana extramuros, gracias al cual se ejecutaron obras que también llevaron su nombre, como el Teatro Tacón y la Cárcel Tacón.
Al parecer, El Sereno fue una de esas marcas de tabaco que tuvieron una vida efímera, ya que de ella y de su fabricante no se tiene por referente más que esta litografía. Sin embargo, su imagen ha quedado como una síntesis curiosa para los estudios de vida cotidiana durante el siglo XIX cubano, ratificando el valor patrimonial de ese legado iconográfico.

Proyectado por el capitán general de la Isla, Miguel  Tacón y Rosique, el Paseo de Tacón comenzó a construirse en 1835 y concluyó en 1839, bajo la regencia de su sucesor: Joaquín de Ezpeleta (1838-1840). Fue trazado en la ruta que conducía desde la intersección de las calzadas de Belascoaín y San Luis Gonzaga (o de la Reina) hasta la falda del Castillo del Príncipe. Gracias a esa iniciativa, lo que hasta ese momento era un camino propicio a inundaciones, por lo bajo del terreno, quedó transformado «en un encantador sitio de recreo, en una segura y firme vía»(1).
No obstante, en ocasiones solía identificársele como Paseo Militar o del Príncipe, en alusión a su antiguo nombre y función: hacer expedito el tránsito de las tropas que, una vez efectuadas las maniobras militares en el Campo de Marte (hoy Parque de la Fraternidad Americana), desfilaban en dirección al Castillo del Príncipe.
Paseo de Carlos III fue el otro nombre que se le atribuyó a la avenida y, aunque desde 1973 fuese rebautizada como Salvador Allende, en honor al presidente chileno, todavía sigue llamándose a nivel popular por el nombre de aquel monarca ilustrado español.
En 1836, la estatua de Carlos III fue colocada en la primera de las cinco glorietas que, una vez iniciada la remodelación por Tacón, engalanaron esa alameda. Se trata de la misma estatua que, en 1803, fue erigida al final del Paseo Extramuros (del Prado), donde hoy está enclavada la Fuente de la India (2).

 

 

 

 

  Dos columnas dóricas flanqueaban a la estatua de Carlos III, formando el conjunto rquitectónico de la primera glorieta que iniciaba el Paseo de Tacón, la cual fue concluida en 1836.

  La estatua de Carlos III fue trasladada hasta el Paseo de Tacón desde el Paseo Extramuros, donde fue erigida en 1803.

  En el sitio que ocupaba la estatua de Carlos III, fue colocada la Fuente de la India en 1837, o sea, un año después.

NOTAS
1. Eugenio Sánchez de Fuentes y Peláez: Cuba monumental, estatuaria y epigráfica. Solana y Compañía, La Habana, 1916. pp. 173- 194.
2. Cirilo Villaverde: «Paseo Militar o de Tacón», en Paseo Pintoresco por la Isla de Cuba, Herencia Cultural Cubana y Ediciones Universal, Florida, 1999, pp.251-256.

 

NOTAS
1. Zoila Lapique Becali: La memoria en las piedras. Ediciones Boloña, La Habana, 2002. p. 19.
2. Ídem: p. 95.
3. José Rivero Muñiz: Tabaco, su historia en Cuba, Tomo II. Instituto de Historia, La Habana, 1965, p. 277.
4. Jacobo de la Pezuela: Diccionario geográfico, estadístico, histórico de la Isla de Cuba. Vol.3, Imprenta del Establecimiento
de Mellado, Madrid, 1863, p. 135.
5. Guía de Forastero en la siempre fiel Isla de Cuba para el año 1840. Imprenta del Gobierno y Capitanía General y de la Real Sociedad Patriótica por S.M., p. 263.
6. Guía de Forastero en la siempre fiel Isla de Cuba para el año 1841. Imprenta del Gobierno y Capitanía General y de la Real Sociedad Patriótica por S.M., p. 344.


 

 

 

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