El abstraccionismo cubano cuenta con varios seguidores como corriente artística, y entre ellos, se destaca la labor creativa de Julia Valdés. Estas líneas son el resultado de una muestra personal que tuvo la artista en 2003 con obras capaces «de relacionar la no figuración con el paisaje real, mediante códigos visuales que dan una sensación de horizontalidad».
El diálogo con la obra de esta artista se establece en el marco de la intimidad estética, en el diálogo entre el sujeto-uno y el sujeto-otro, mediante la obra de arte, el objeto...

 El concepto «arte abstracto» o «no figurativo» continúa siendo hoy –a casi un siglo de su nacimiento– una fuente de equívocos y polémicas si se analiza desde los diversos ángulos de la filosofía del arte. Su condición de no constituirse en una mimesis de la realidad real y, a su vez, asumirse como una realidad artística, son elementos que indican que aún hay mucho por aprender de una técnica que muchos definen como «pasada» (histórica).
Al unísono, el «arte abstracto» es «culto» y «cultivo». Culto, porque reproduce el mito de la encarnación inmovilista; cultivo, cuando niega parte de su historia anterior, en tanto reconstruye su propio texto.
Julia Valdés (Santiago de Cuba, 1952) ha insistido durante muchos años en una praxis dentro del cerco de la no figuración, con el objetivo de tornarlo relativo y revisable. De ese modo, produce una visible tensión, en el orden de la estética, entre el pasado y el presente, lo viejo y lo actual...
No podemos dejar de tener en cuenta que la «abstracción», en la escena del arte cubano de hoy, muestra rasgos sospechosos. Una mirada retrospectiva convence de que como vanguardia pertenece a las décadas de los 40 y los 50 del siglo XX, pero en los decenios subsiguientes esta técnica no logra agotar todas sus posibilidades de expresión. En realidad, tal conciencia de los límites de un proyecto inacabado produce en la actualidad un debate entre el relato mismo y su imagen, junto con la necesidad de solucionar problemas no resueltos en el transcurso del tiempo.
La muestra de Julia Valdés, «El reverso del paisaje» –expuesta en la galería La Acacia durante los meses de julio y agosto últimos–, ofrece la posibilidad de  relacionar la no figuración con el paisaje real, mediante códigos visuales que dan una sensación de horizontalidad; planos de color, pinceladas y manchas en fuga ascendente, declives tumultuosos, a la vez de una paleta de color sobria y cálida. En este quehacer no todo es gestualidad y expresión, también existe un hilo constructivo marcado por el dibujo armado con líneas hábilmente trazadas.
Julia Valdés en el transcurso de su vida y su obra no se estanca en fórmulas aceptadas, sino que intenta dar a cada «vuelta de tuerca» de la obra de arte una respuesta personal y actual; de ese modo, se constituye en una de las creadoras menos afectadas por el vaivén de la moda y las incomprensiones.
El diálogo con la obra de esta artista se establece en el marco de la intimidad estética, en el diálogo entre el sujeto-uno y el sujeto-otro, mediante la obra de arte, el objeto, en el cual el crecimiento no viene dado por la fácil interpretación de un tema, sino por una continua referencia a la emoción, tal y como ocurre en la música.

Escribir un comentario


Código de seguridad
Refescar