Comentarios acerca «de los rasgos característicos de la vida moderna en el mundo occidental»: el culto exagerado a los deportes.

El que practica el deporte en esa forma exagerada, vive para el deporte, y para el deporte viven también los fieles que lo tienen como a religión, y como a dioses a los ases del deporte.

 Uno de los rasgos característicos de la vida moderna en el mundo occidental es el culto exagerado a los deportes. Ese auge extraordinario alcanzado hoy por el deportismo se debe a Norteamérica, principalmente.
Waldo Frank considera el deporte como una de «las prácticas y cultos pretensiosos en que se manifiesta el hecho del poderío», poderío que tiene su reino en Norteamérica, su templo en el rascacielos, su ídolo familiar en la máquina. Frank ve en el deporte «una combinación del culto a la máquina y al éxito», que para el yanqui no es sino «un ejercicio de poderío visible ante el mundo». Juzga que el atletismo americano, considerado «como un culto, está vacío interiormente» y «no es practicado por el placer del ejercicio, ni por el provecho físico, ni como servicio a un dios físico… no tiene relación alguna con la gimnástica griega, ni con la danza coribántica ni con el juego inglés». Y termina su crítica afirmando que «para el hombre de deporte el fin es la notoriedad y el dinero para el público es la emoción de la perfección mecánica, la fuerza, el culto al héroe, el poderío».
¿Qué beneficios ha proporcionado a la sociedad moderna ese culto a los deportes?
¿Beneficios o males? Porque es muy discutida la bondad de los deportes, tal y como hoy se practican, en lo que a la salud física del individuo se refiere, y se niega también por completo su eficacia para el hombre como ser racional y como ciudadano, y por lo tanto se afirma la perniciosa influencia que el culto exagerado al deporte ocasiona en la vida de la colectividad.
Marañón no oculta su antipatía por los actuales entusiasmos deportivos, y aunque reconoce la utilidad higiénica de los deportes, expresa que «habría mucho que hablar sobre los desastres que los excesos de ejercicio físico pueden acarrear a los organismos juveniles», agregando que su «experiencia de médico podrá suministrar frecuentes observaciones para su demostración».
Pero la más perniciosa influencia del deporte tal como hoy se practica, es la que éste ejerce en la mentalidad de la juventud, porque, según el maestro español, «acaba por ocupar e1 puesto del trabajo de una manera capciosa e infinitamente dañina para el varón que se está formando».
Se ha convertido en nuestra época el deporte en fin y no en medio. El que practica el deporte en esa forma exagerada, vive para el deporte, y para el deporte viven también los fieles que lo tienen como a religión, y como a dioses a los ases del deporte.
No se practica el deporte como regla higiénica, como medio para conservar la salud y mejorarla, y teniendo el cuerpo sano facilitar que la mente esté sana también, despierta y preparada para el robustecimiento de la personalidad y el ejercicio de todas las funciones-derechos y deberes ciudadanas.
Se practica el deporte, por el deporte mismo. Trabajo, familia, Estado, son cosas accesorias, supeditadas al deporte.
La fiebre deportista moderna destruye al ciudadano, destruye por tanto al Estado, convierte al pueblo en rebaño. ¿Qué importa al deportista un mal gobierno, .un régimen despótico, carencia de libertad individual y política, si no se le coartan sus derechos deportivos, si él o su team vencen en alguna justa atlética, o baten un record, o si puede asistir, o seguir por radio o por cable, el campeonato de base ball, foot ball, tennis, o el match de boxeo? ¿Qué le importa que se prohíban las reuniones políticas si se permiten las fiestas deportivas? Y no habiendo censura para las páginas de deportes, la libertad de la prensa la considera suficientemente garantida.
Educación y cultura, han sufrido notoriamente con los deportes. Hoy en colegios, institutos, universidades, los padres se preocupan no de averiguar cómo se enseña y qué competencia tienen los profesores, sino les basta para reconocer que un centro docente es bueno la bondad de sus campos de deportes, la calidad de los profesores y codchers, el número de copas que guarda en sus vitrinas, como demostraciones elocuentes de victorias atléticas conquistadas. Y los muchachos se enorgullecen no de haber estudiado en tal colegio, instituto o universidad, sino de haber pertenecido a alguno de sus clubs; no de ser alumno eminente, sino campeón.
En el orden cultural el deporte es la antítesis de la cultura. El deportista no lee más que las páginas de deportes de diarios y revistas y alguno que otro libro sobre la vida anecdótica de los ases del atletismo.
Hasta en el orden sexual el deportismo moderno es pernicioso. Hay que conservar la vitalidad para el deporte y no perder en frivolidades amorosas el tiempo siempre corto para el entrenamiento atlético. El deportismo crea también, a expensas de la masculinidad &#8211que es virilidad y hombría&#8211 el culto por las buenas formas atléticas. Eso en el hombre, y en la mujer, por el contrario, el deportismo exagerado masculiniza su belleza femenina. Reciente está el caso de una campeona que se hizo extirpar ambos senos por un cirujano porque le estorbaban para el mejor ejercicio de su atletismo.
En la juventud, que es la que más culto rinde &#8211practicándolo o interesándose por él &#8211 al deporte, su influencia nociva se nota, como ya indicamos, superlativamente, en el abandono que el joven hace de sus deberes y derechos ciudadanos, en la despreocupación y desinterés que muestra por los problemas nacionales, en la repulsión de que hace alarde por cuanto se refiera a la política de su país.
Estas dejaciones ciudadanas de la juventud fomentan y mantienen el acaparamiento de los puestos públicos por los ineptos y los inmorales, por los politicastros, y sustrae a la vida nacional una de sus más poderosas y ricas energías, indispensable para que las sociedades progresen. ¿Cómo van a lograrlo éstas si la despreocupación política de los jóvenes las priva de su rebeldía, base de su renovación constante, indispensable, para no estancarse y perecer y para vivir hoy y forjar el mañana?
Queremos terminar este ligero esbozo que hemos hecho de lo que significa y representa ese culto al deporte, característico de nuestra época, y de la nociva influencia que ejerce en la vida social contemporánea, con las siguientes palabras de Gregorio Marañón, porque en ellas quedan fijados y determinados perfectamente nuestro pensamiento y nuestra actitud anti deportista: «Claro está que todo es cuestión de medida. Un deporte prudente, es favorable incluso para esa misma disciplina que impone siempre que no deforme la personalidad del mozo. Al condenarle, me refiero al sport como objetivo principal de la vida, tal como hoy está extendido en la juventud de las naciones civilizadas».
Combatimos el deporte como fin, no como medio de formar hombres &#8211y mujeres&#8211 ciudadanos, todos, conscientes, interesados en su propio bienestar y en el bienestar de la patria.

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