Demasiado frágiles para soportar el golpe de la desidia, aún así los vitrales cubanos han trascendido por su variedad y colorido, como imágenes obtenidas en un calidoscopio de piedras rojas, azules, verdes, amarillas…
 Entre las víctimas de la explosión del famoso acorazado se hallaba un equipo de béisbol que había ganado el campeonato naval de la marina estadounidense.
 Concebida como una alegoría de la ciudad, esta fuente se convirtió en el símbolo más popular de La Habana en el siglo XIX al tener una figura femenina que se disfrazaba de indígena, lo que equivalía a decir de autóctona.
 Autor del cuento que dio pie a la famosa película Fresa y Chocolate, Senel Paz —su también guionista— recrea la magia de un lugar concebido para encuentros inesperados.