«Se formó la GORDA otra vez» es el título de la exposición del artista Ronald Espinosa, que se inaugura la tarde de hoy viernes 9 de enero en la Casa de la Poesía. La muestra está conformada por 20 obras de mediano formato, en las que el creador ofrece visiones de una estética que, emparentada con Rubens y Botero, propone las siluetas gruesas como patrones de belleza y adoración.

Ronald no es un creador desatinado por el humor, ni saturado de él sino sumergido en esa cualidad que nos compete como sustancia de amplísima potencialidad para legitimar un lenguaje simbólico y metafórico.


 
 Inoportuna Musa (80 x 60 cm).
Si no se hubiera apropiado de la voluptuosidad del cuerpo femenino como frontera a partir de la cual fijar el itinerario creacional de su última etapa, Ronald Espinosa (La Habana, 1961), habría formado la gorda igual; va en su carácter, en su ánimo y en su calidad de vida; proporcionando al choteo ese particular enfoque de cubano nato, el de los gestos exasperados en las conversaciones, el que le saca filo al más mínimo detalle del contorno —el de las gordas, dicho sea de paso—aquel que en su risa expresa toda la simpatía con que corresponde al difícil arte de coexistir para el arte.
El síntoma de lo cubano manifiesto no en el sentido burlesco del choteo, sino en el mirarnos, pensarnos y reírnos de nosotros mismos, despojados del parentesco peyorativo con la mofa como ingrediente del ajiaco, esa pócima donde nos cuece en su descomunal concepción de lo cubano, don Fernando Ortiz.
Una invitación a la risa que no deprava porque no se presenta con fracturas, ni rígida; sino que matiza el tono  circunspecto y grávido que la vida nos impone. Al fin y al cabo la risa, arrebato de la sangre, como gustó adjetivarla Cintio Vitier precisamente en su imprescindible Lo cubano en la poesía, es otra extremidad de ese ser social que somos y nos pertenece por idiosincrasia. Reír o no reír, esa es la cuestión, es decir ese es el patrón, que nos presenta Ronald con esta sugerente exposición de acrílicos sobre lienzo. Nuestra risa es vernácula, él lo sabe, en consecuencia hace potable la comunicación con sus semejantes y ese es precisamente uno de los sentidos, el per se de Ronald Espinosa y su obra, hilvanar despojos de la realidad que ha ido con-figurando nuestra sobre vivencia más inmediata, esa conjunción entre realidad e interpretación que desbordan los personajes re-creados por este
 
 El rapto de las mulatas en tiempos de SIDA (80 x 60 cm).
¿humorista?; personajes de una candidez performática que se asumen plenos en el escenario que les ha correspondido, a todo riesgo, y en ello se trasluce la identificación con el público, un diálogo alegórico que se infiltra y nos advierte la súbita lealtad que oferta el artista.
En una valoración reminiscente, después de haber reído con las imágenes en cuestión, no puedo menos que recordar a mi hermana, a Gemma y su Gemita y a Vivian que de tanto transitar por lo lípidos terminó en el carbohidrato –se hizo panadera-, todas gordas, evocación de  entrañables personas que se juntan unas a otras, con una lata y un palo, con-trabajo o asediadas por una musa inoportuna y por eso no me matan y que por emotivas que resultan hacen su tránsito a partir, no del pincel y del lienzo, sino del substrato subliminal que in-corpora, como un juego muy serio, el creador a su realidad, realidad que le oprime la sien haciéndole saltar la pro-vocación que nos sugiere a partir de retablos sociales que como estampas pictóricas resuman sus cuadros.
Ronald no es un creador desatinado por el humor, ni saturado de él sino sumergido en esa cualidad que nos compete como sustancia de amplísima potencialidad para legitimar ese lenguaje  simbólico y metafórico al que hace referencia Tony Piñera en sus palabras al catálogo de la muestra «Se formó la GORDA otra vez»; una proximidad nada desdeñable de este pintor autodidacta con el sentido deleitoso que encontramos en la poesía sí, como también nos advierte Cintio, el testimonio poético no admite separaciones en la viviente unidad del acto creador, es una manera efectiva y afectiva para no dejar de ser
 
 Con-Trabajo (80 x 60 cm).
y licenciar nuestras voluntades en el reconocimiento lícito de la diferencia corpórea y conductual que se forma, otra vez, «con las gordas».
Porque, más que obesas y rollizas bailarinas, violinistas o sensuales sílfides, hay una inexcusable mirada que atender, un llamado a la atención sobre circunstancias concretas a las que dirigir la prestancia del espectador, a los sueños y resquemores del cotidiano andar por nuestras calles, dentro de nuestras casas y, por si fuera poco y  como amalgama, dentro de nosotros mismos:  pausar y pautar la tolerancia para reenfocarla hacia la convivencia como espacio desde donde proyectarnos, una reflexión válida desde cualquier tablado, sea un bicitaxi, la cama presta o el servicio sanitario.
Ronald Espinosa lo percibe, lo echa a ver y lo expresa mejor en la cadencia y unicidad de sus acrílicos, en el retruécano de las miradas de sus criaturas, en la inocencia aparente con que nos presenta los gestos y  actos que ellos interpretan, en el desenfado con que se instalan en sus espacios y donde parecen decirnos de soslayo: mírenme, danzo, paseo, toco el con-trabajo, me obstino, defeco y toco mi violín porque se formó la GORDA otra vez.

Racso Pérez Morejón
Casa de la Poesía

Comentarios   

rosa
0 #1 rosa 31-10-2009 09:31
Han pasado varios meses y por supuesto ya no puedo adorar dicha exposición en la Casa d e la Poesía, pero me parece fabuloso el tema escogido por el artista plástico ya que estamos rodeados en Cuba de bellas mujeres que son gordas o gorditas y hay mucha tela por donde cortar.
El comentario de mi amigo Racso es fabuloso, él como siempre hace un síncretismo entre humor,inteligencia y refinamiento.
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