Como un eco de la reciente Semana de la Francofonía, el reconocido historietista belga Olivier Deprez impartió varias conferencias y talleres a profesionales cubanos de este género, en la Vitrina de Valonia, un espacio del Centro Histórico que se erige hoy como referencia para el mundo de la historieta contemporánea. Opus Habana tuvo la oportunidad de entrevistar al dibujante europeo en uno de los recesos de dicha labor, posible gracias a la Consejería General de Relaciones Internacionales de la región de Valonia, en el sur de Bélgica.

«En nuestra manera de concebir la historieta tratamos de ocultar la firma del autor. El objetivo de esto es que disminuyendo la presencia del autor, evidenciamos más el trabajo realizado».       .

 
 Fragmento del libro Le Chateau, de Deprez
                                ¿Cuándo Olivier Deprez comenzó a hacer historietas?
Me gradué en 1992 del Instituto Saint-Luc, en Bruselas, que es uno de los lugares más prestigiosos en el mundo de la historieta en Bélgica. Pertenezco a una generación de dibujantes que quisimos cambiar la forma, el contenido de la historieta. Ya desde la escuela un grupo de historietistas pensábamos hacer algo diferente, que fue algo que ya veníamos haciendo de forma extraoficial.
¿Desde niño quiso dibujar historietas?
Como todo niño belga que lee las historietas de Tin Tin, los Pitufos, entre otros y dibuja desde pequeño, porque además mi hermano también es historietista; quizás de ahí recibí cierta influencia, también de la literatura, a los libros infantiles que tenía a mi alcance. Por eso, a los cinco años fue que comencé a crear mis propios dibujos.
¿Al decir «como todo niño belga», se refiere a que en Bélgica la historieta tiene gran peso como fenómeno cultural?
Sí, Bélgica es plaza fuerte en lo que a historieta se refiere. Allá es un fenómeno cultural muy, muy importante, pues forma parte del patrimonio histórico-cultural belga. El espacio franco-belga de la historieta se desarrolló mucho después de la Segunda Guerra Mundial.
¿Cuáles fueron las principales influencias que recibió como historietista?
Aunque yo leía las historietas belgas de pequeño, la literatura infantil que me llevaron a estudiar y graduarme en un instituto como Saint-Luc éstas no fueron mis principales influencias. Realmente mis influencias provienen de Suramérica, de autores suramericanos como los argentinos Muñoz y Zampayo, así como el chileno Alberto Breccia. También dibujantes españoles, como Federico del Barrio y Raúl, éste poco conocido aquí en Cuba. Estos dibujantes trabajaron influidos mucho por el cine, la pintura y la literatura. Justamente, cuando quise cambiarle el rumbo a la historieta de ese momento, exploré esas tendencias relacionadas con el cine, la pintura y la literatura, para encaminarme hacia esa línea.
¿Cuáles son específicamente las directrices estéticas de esa renovación que se planteó realizar?
Las características generales de este nuevo movimiento de historietistas son muy concretas. Desde principios de los años 90, entre 15 ó 20 dibujantes, nos cercioramos de la responsabilidad que teníamos y la posibilidad de publicar nuestros propios libros, por eso decidimos crear nuestras propias editorial y revista donde presentábamos nuestras propuestas. Y para tratar de precisar esta ruptura no definimos nuestro trabajo como tradicional, sino como un proceso en desarrollo que rompe con todos los estándars creativos de la historieta. Como nosotros éramos nuestros propios editores, decidimos cambiar el formato y el número de las páginas, así como darle más preponderancia al estilo de autor. Vemos al autor como un tipo de fetiche, por eso en nuestra manera de concebir la historieta tratamos de ocultar la firma del autor. El objetivo de esto es que disminuyendo la presencia del autor, evidenciamos más el trabajo realizado.

 Cubierta del libro Le Chateau, de Deprez.
¿Esta renovación que emprenden en el  aspecto formal, también la conciben en el aspecto contenidista?
Sí, también el contenido. Por ejemplo, antes el contenido estaba bastante generalizado, ahora es un poco más particularizado. Existen temas autobiográficos, mundos fantásticos, la adaptación de libros, como Le Chateau. En el año 2000, celebramos un encuentro en el que confluyeron historietistas de diferentes latitudes y nos retroalimentamos para otorgarle un nuevo contenido a la historieta.
¿Cómo se vincula lo lúdico con lo didáctico en esta nueva tendencia de la historieta belga?
Como concepción de la historieta, la forma y el contenido están estrechamente vinculados. Para mí el lenguaje principal que la nueva historieta ha hecho llegar puede resumirse en una oración: en todo instante el lector puede llegar a ser el autor. Para mí es un elemento muy importante.  El movimiento en el que yo me mantengo hace una obra dirigida hacia los adolescentes y a los jóvenes. Para mí la cuestión del divertimento es un poco compleja, pues el divertimento también está ligado al placer que encontramos al leer algo. A partir de que se alcanza un nivel alto en el conocimiento en la materia, para encontrar placer, tenemos que enfrentarnos a algo que tenga suficiente calidad para lograr placer. Por eso  digo que la nueva historieta necesita una  nueva educación visual, un cierto conocimiento literario, por eso se orienta hacia los adolescentes y jóvenes más que hacia los niños.
¿Cómo se articula este nuevo movimiento historietista belga con la dinámica del género  a nivel mundial?
Para empezar hay una articulación histórica, con la historieta latinoamericana y del resto de Europa. Recuerdo exposiciones  de Alberto Breccia, de Muñoz, de Zampayo, que fueron grandes exposiciones. Es un discurso, una historieta que está bien posicionada, que los estudiantes profundizan en la universidad y que muchas personas conocen. Podemos decir que hay una relación histórica. El dibujante hoy en día está de cara a un mundo globalizado, alrededor de él está el manga, el cómic, están también las más nuevas tendencias  de la historieta que llegan. Por ejemplo, el año pasado estuve en China y pude ver nuevas formas de hacer historietas, Corea también tiene su forma de concebir la historieta. Hoy el contexto de la historieta es muy rico y abierto, al mismo tiempo es muy positivo, aunque a veces se vuelve problemático para el dibujante a la hora de situarse.
 
 Otra de las obras de Deprez: Black Book Black.
¿De dónde parte este proyecto de impartir talleres en el Centro Histórico habanero?
Es un proyecto de la región valona de darle posibilidades a historietistas cubanos de crear una publicación colectiva que presente relatos relacionados con la ciudad, con La Habana. El objetivo de esta publicación es presentar al público belga y europeo los talentos que hay en Cuba. Aquí soy una especie de asistente, de consultante, para guiar, orientar.
¿Qué le parece el mundo de la historieta cubana?
La concepción de la historieta en Cuba es diferente a la concepción de la historieta que se hace en Europa y he venido para orientar el trabajo para una eventual publicación europea. En Cuba encontré muchos talentos con una gran riqueza narrativa, muy poética, con argumentos muy fuertes. Desde un punto de vista puramente estético, creo que los dibujantes cubanos deben adaptar un poco sus trabajos, lo que no constituye un problema. Por ejemplo, yo veo que están muy influenciados por el manga, pero no creo que sea problema al variar un poco su manera de trabajar.
Rodolfo Zamora Rielo
Redacción Opus Habana

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