En una celebración de los 40 años de su primera instantánea y 55 de edad, se convirtió la inauguración de la exposición «Historias», del fotógrafo Julio Larramendi. La galería homónima del Hostal Conde de Villanueva abrió sus puertas el miércoles 25 de marzo a las 55 fotografías que resumen el trabajo de este artista en su periplo por diferentes países. Según el crítico Rafael Acosta, «Larramendi ha tocado zonas sensibles (...) hurgado en caracteres, localizado el costumbrismo más auténtico, sorprendido el instante perfecto». ;Sí, la fotografía es un testimonio de este tiempo, de lo que hemos visto, de una idea que se ha sentido con fuerza y que se quiere hacer sentir  a los demás».
(Tomado de
Un arte medio, de Pierre Bourdieu)


Antaño fue costumbre la redacción de libros de viaje, verdaderas bitácoras o cuadernos de travesía de viajeros curiosos y atentos a todo lo que observaban y experimentaban y que, poco después, convertirían en textos que en ocasiones disfrutaron de éxito comercial. Unos cuantos de estos libros llegaron a convertirse en paradigmas de un género que sirvió de base a biógrafos, novelistas e historiadores para sus propias creaciones literarias.
 
 De la serie «500 años después»
Hoy existe otra forma de testimoniar el viaje, el contacto con las culturas otras, con las sorprendentes variaciones de la geografía y el contacto humano: la fotografía. Por supuesto que está la imagen de puro recuerdo, sin mayor ambición que la mera evocación sentimental, la clásica fotografía de turista; pero también está la mirada avezada y curtida del artista o del profesional (a veces son uno mismo) que va gestando imágenes de mayor elaboración estética. Con esta forma de ver ocurre que vemos todos aún los que no hemos podido presenciar el entorno fotografiado. Ese es uno de sus méritos.
El artista del lente Julio Larramendi se ha caracterizado, entre algunos de sus diversos acercamientos a la fotografía, por captar imágenes de cuanto lugar visita para ir armando una suerte de cuaderno de travesía visual de intenciones similares a las de los viejos libros testimoniales. Ya su retablo de imágenes es grande y variado y uno experimenta esa sensación de disfrute de la imagen gracias al talento del encuadre, a la selección de la retina y la intención de la mente que ordena al disparador de la cámara.
Larramendi nos obsequia con esta saga de sus observaciones más personales, con esta suerte de selección de sus imágenes más queridas obtenidas en su continuo desandar por aquí y por allá, en su trashumante ejercicio de curioso, enseñándonos lo que esta práctica tiene de función artística y social.
Cartier-Bresson, como se sabe, fue un paradigma de este tipo de ejercicio artístico aunque en su caso sublimado por la concurrencia en importantes eventos históricos y políticos captados por su mirada escrutadora como pocas. Larramendi va acumulando esas visiones que ahora comparte pero que, de seguir coleccionando, gestará con los años un caleidoscopio impresionante de estos tiempos turbulentos de la alborada del tercer milenio. Por ahora, afortunadamente, el sesgo es de normalidad y vida cotidiana.
 
 
Aquí tenemos, por ejemplo, las corridas de toros, ceremonias religiosas, el misterio de unos ojos femeninos, pasajes espectaculares, las costumbres, las identidades, la cultura, la naturaleza, la política, es decir, el hombre, la vida, el mundo. Pero sobre todo y como sustrato de ese reflejo, podemos apreciar el mundo poético de la mirada del artista.  
Son en total 55 fotografías correspondientes a las visitas a Ecuador, Perú, México, Guatemala, España, Estados Unidos de América, Suecia, Siria, Egipto y, por supuesto, Cuba. Como se podrá apreciar, un espectro amplio de países, continentes y culturas. Una muestra de considerable interés visual tanto para el amante de la buena fotografía como para el neófito que busca imágenes de interés.
Larramendi ha tocado zonas sensibles de eso que antiguamente se llamaba el genio de los pueblos, hurgado en caracteres, localizado el costumbrismo más auténtico, sorprendido el instante perfecto, nos ha mostrado los destinos de su mirada, los blancos de sus inquietudes intelectuales. ¿Qué será de esta mirada infatigable al cabo de unos cuantos años más? Esperemos con ansiedad ese momento mientras disfrutamos de este. Sigamos  con atención la avidez de su mirada.

Rafael Acosta de Arriba
(Palabras al catálogo de la exposición «Historias», inaugurada el 25 de marzo de 2009)

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