«El público supo agradecer con ovaciones el encuentro pianístico de altos quilates en el que se combinaron momentos de tempestuosidad con equilibradas soluciones pianísticas», afirma sobre el concierto ofrecido por el pianista cubano Marcos Madrigal en el Oratorio del Gonfalone de la capital italiana, la autora de esta crónica, que Opus Habana publica en exclusiva.

El concierto del jueves 23 de abril, contó con un programa conformado fundamentalmente por obras de los compositores Claude-Achille Debussy y Aleksandr Nikoláyevich Scriabin.


Cuando el público aplaude hasta el delirio y el artista regala uno, otro y otro ancore sin lograr calmar los deseos de agasajarlo, el único vocablo que emana para calificarlo es «excelso». Esas emociones las provocó el plurilaureado pianista cubano Marcos Madrigal en el prestigioso Oratorio del Gonfalone de Roma, Italia, selecto escenario que repite por segunda ocasión.

Si además se trata de un intérprete que ha fascinado con un programa dedicado al simbolismo francés y ruso; y que fuera seleccionado para homenajear a Aldo Ciccolini, uno de los monumentos italianos de la historia del piano del siglo XX fallecido a inicios de este 2015, se confirma que las dotes de Madrigal son bien apreciadas en los círculos de la música clásica en Italia.

El pianista cubano Marcos Madrigal en el prestigioso Oratorio del Gonfalone en Roma, Italia. 


El Maestro William Grant Naboré, visiblemente emocionado por las proezas su pupilo en la Academia Internacional de Piano Lago de Como, manifestó el ascendente desarrollo de Madrigal en una manera absolutamente increíble, y anunció la inminente salida en todo el orbe del CD sobre la música de Ernesto Lecuona que testimoniará las habilidades pianísticas de este talento cubano.
De Claude-Achille Debussy (1862-1918) se escucharon las Dos Arabesques, La plus que lente y L'Isle Joyeuse, piezas con las cuales el primer clasificado del Concurso Internacional Premio Jaén (2013), España, resaltó con maestría la pureza de la línea melódica que el compositor francés libera de las ataduras del sistema tonal y de los modelos teóricos con el único interés de conmover a través de una música discretamente expresiva con alusiones y sugerimientos sobreentendidos.
Por su parte, Madrigal resolvió técnica y estilísticamente la complejidad de los 24 Preludios op.11; así como la del Etude op.1, del catálogo autoral del ruso Aleksandr Nikoláyevich Scriabin (1872-19159), uno de los compositores más innovadores de la historia de la música y considerado uno de los mayores exponentes del postromanticismo y el atonalismo libre.
El público supo agradecer con ovaciones el encuentro pianístico de altos quilates: el Máster en Música del Conservatorio de Lugano combinó momentos de tempestuosidad y vehemencia con equilibradas soluciones pianísticas y hermosos contrastes de diversos estados de ánimo insinuados en el tejido musical de los autores.
Cuál sería la sorpresa para el auditorio tras la proeza del repertorio interpretado por Madrigal, su regalo fuera de programa del «Largo al factótum» (Cavatina de Fígaro), célebre aria de la ópera El Barbero de Sevilla del compositor italiano Gioachino Rossini (1792-1868), cuya transcripción para piano hizo Stefano Salvatori inspirado por las destrezas sobre las teclas negras y blancas del Gran Premio del Concurso Iberoamericano de La Habana Amadeo Roldán (1998), quien magistralmente venció el grado de dificultad de las voces de los personajes dialogantes en una de las grandes obras maestras de la comedia dentro de la música del Cisne de Pésaro, la cual ha sido descrita como la ópera bufa de todos los tiempos.
A la Antigua y Fresa y Chocolate, de los cubanos Ernesto Lecuona (1895-1963) y José María Vitier (1954), respectivamente, matizaron la noche con el sello de la riqueza musical de la Mayor de las Antillas en presencia del embajador cubano ante la Santa Sede.

 Carmen Oria,
Periodista cubana.

 

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