Nacidas del agua, de esa química particular que mezcla pigmentos, ideas y voluntades, y de la sensibilidad y el talento de los creadores holguineros: Ernesto Ferriol, Miguel Ángel Salvó y Carlos Gámez de Francisco, estas obras son el resultado de una asunción de la pintura, y, en particular, de la acuarela, como testimonio de vida que aborda la realidad de manera compleja y crítica, sin concesiones.

La tercera edición del evento de acuarelas, de nuevo al cuidado de su fundadora, Noemí Díaz Vilches, está dedicado en esta ocasión a la obra de tres creadores holguineros: Ernesto Ferriol, Miguel Ángel Salvó y Carlos Gámez de Francisco. Ellos, aunque pertenecientes a generaciones diferentes (Salvó y Ferriol a la de los años 90, y Carlos a los inicios del nuevo siglo), comparten el apego a esa técnica peculiar que es la acuarela. En el caso de Ferriol, de manera exclusiva y preferente, y de manera frecuente en Salvó y Carlos Gámez. Por supuesto, cada uno la emplea a su manera y con objetivos específicos pues son personalidades fuertes, distintas y peculiares. Aunque la calidad y madurez de sus respectivas producciones ameritaría el comentario amplio y diferenciado de cada uno de ellos, limitaciones de espacio nos obligan a sintetizar. Por eso, antes de abordarlos por separado, nos gustaría señalar, muy brevemente, aquellos puntos en común que se advierten entre sus obras. Estos puntos remiten al empleo de la acuarela como técnica privilegiada, el apego a la figuración, el virtuosismo técnico, el ser excelentes dibujantes y coloristas, el acento en la reflexión antropológica y social, el apostar por un arte de contenido sin descuidar la forma, ser cubanos a ultranza, pero cosmopolitas.
Ernesto Ferriol utiliza el erotismo como provocación y como instrumento para criticar aspectos de la realidad contemporánea que le preocupan. Su residencia en Osaka le ha permitido estudiar y utilizar los recursos de la estampa erótica japonesa, la famosa Shunga de Hokusai y el Ukiyo-e tradicional, en obras que indagan en la sociedad cubana, o internacional, de hoy. Ferriol es un joven maestro del dibujo y un colorista que por momentos nos recuerda la obra de Klimt. Humor, mordacidad y belleza se dan cita en sus obras, premiadas dentro y fuera del país.
El macrouniverso de la obra de Salvó es la historia. Desde ella, desde el presente, establece un diálogo con el pasado que no es otra cosa que la búsqueda de sentidos para la existencia. Conocedor profundo de la historia del arte, construye con sus recetas un arte de indagación social y de introspección personal. Imágenes de corte realista, factura gestual y tonalidades oscuras, aliadas a textos grandilocuentes que las identifican, ellas son el testimonio dramático de un hombre marcado por la lucidez.
Carlos Gámez, el más joven del trío, posee una capacidad natural para dominar las más diversas técnicas, puestas al servicio de una curiosidad que raya en lo morboso. Sus personajes son estereotipos del comportamiento humano, una teratología que, con arte sutil y sugestivo, encarna y desmitifica a la sociedad que le rodea. Excelente dibujante y sutil colorista, Gámez de Francisco ha tenido una exitosa acogida en Norteamérica, donde ahora reside.
Así, nacidas del agua, de esa química particular que mezcla pigmentos, ideas y voluntades, y de la sensibilidad y el talento de estos tres creadores holguineros, las obras son el resultado de una asunción de la pintura, y, en particular, de la acuarela, como testimonio de vida que aborda la realidad de manera compleja y crítica, sin concesiones.

(Palabras del catálogo de la exposición «Nacidas del agua»)

Martín Garrido Gómez
Curador y crítico de Arte

Imagen superior izquierda: Ilustración contemporánea de cuello inglés con tracción mecánica, 2012, acuarela sobre cartulina (61 x 46 cm) de la autoría de Carlos Gámez de Francisco; a la derecha: La abadesa María Coronel escribe a Felipe IV sobre visiones imposibles de la reina y el primogénito en el purgatorio, 2012, acuarela sobre cartulina (65 x 50 cm) de Miguel Ángel Salvó; abajo: La flora, 2012. Acuarela sobre cartulina (57 x 71,5 cm) de Ernesto Ferriol.

Escribir un comentario


Código de seguridad
Refescar