Premio Nacional de Artes Plásticas 2002, Adigio Benítez ha mantenido sus creaciones inspiradas en figuraciones papirofléxicas a modo de plisado óptico. Sin embargo, cada día que pasa, sus obras anteriores van siendo relegadas por su propuesta más actual, que muchas veces incorpora referentes de la Historia del Arte.
Adigio Benítez se ha mantenido fiel a su «arte de los papirotes». Desde finales de los años 60 del siglo XX hasta la fecha, ha persistido tanto en ese indicio formal a modo de plisado óptico, que ya es consustancial a su estilo.

 Distanciado de los códigos formales con que aparece en el Museo Nacional de Bellas Artes, Adigio Benítez desde hace algunos años ha mantenido una visualidad afincada en el terreno de la simulación de realidades. Ya va siendo característico que a este artista de 81 años lo identifiquemos con una particular manera de crear y que mucho le debe al recurso visual del origami: arte del plegado (ori) de papel (gami), típico de los japoneses.
Auxiliado de las posibilidades expresivas del doblez de disímiles figuraciones, Adigio fabula y hasta recrea pasajes del arte universal desde lo aparentemente bidimensional. Sus obras denotan cierta intencionalidad de jugar en un mismo soporte con lo planimétrico y lo volumétrico.
Así, dibuja y pinta este maestro del arte cubano, aunque no se atenga estrictamente a las leyes mismas del origami. Al respecto, el pintor nos comentó: «conservo algunos libros que hablan acerca de la papiroflexia, y cuando niño, alguna que otra vez, confeccioné objetos de este tipo. La papiroflexia es una necesidad para mí, pero únicamente desde la pintura y el dibujo. Con mi arte busco un enmascaramiento de la realidad; persigo ver las cosas a mi modo».
Cada trazo suyo, justificado con una llamativa gama cromática, parte de un hecho único y posible. Las obras de Adigio constituyen un desafío para los gestores de las infinitas formas que pueden derivarse del papel doblado, porque desde una estructura bidimensional crea formas dibujadas-pintadas que en la realidad no podrían existir. Se trata de invenciones, que con seguridad distraen al pintor.
Desde los años 60, Adigio inició el camino del sello artístico que lo resume. Cualquier referencia visual sobre la base del dibujo, la pintura e, incluso, el grabado papirofléxicos, sabemos que pertenecen a su ingenio. Sin embargo, ¿cómo llegó el pintor a esa constante que lo identifica en el campo de la creación plástica?
«Cuando yo trabajaba en el periódico Granma, en los ratos de ocio, me ponía a hacer dibujos en una cuartilla, como si fuera un juego. Quería hacer cosas que no estuvieran influenciadas por la caricatura política, que entonces hacía para esa publicación. Yo quería jugar un poco con la fantasía. Eran dibujos hechos en una cuartilla de papel gaceta de periódico, y luego los copiaba a plumilla y tinta china para una cartulina».
Adigio había advertido que estas búsquedas expresivas poseían un valor intrínseco. Por eso las pasó para un mejor soporte, que incluso podía ser expuesto en una galería, como ocurrió con la exposición «Papiros de La Habana» (Galería La Rampa, Hotel Habana Libre, diciembre, 1968).
De aquellos iniciales dibujos experimentales se han derivado sus actuales trabajos artísticos, que «revelan un mundo inédito en el que las imágenes emergen con ese encanto inefable de la fantasía».1

Quien hoy día cuenta con dos exhibiciones personales en Bellas Artes –una de ellas antológica con motivo de otorgársele el Premio Nacional de Artes Plásticas 2002–, llegó al arte en su condición de dibujante y caricaturista políticos.
Los años finales de la década de 1940 representan para Adigio el punto de partida de su obra, distante entonces aún de la pintura. Tenemos en él un caso similar al de Rafael Blanco, Eduardo Abela o Julio Girona, artistas que, con una formación académica, en algún momento de su labor como creadores realizaron aportes al universo visual de la caricatura cubana.
Se trata de pintores que hicieron caricaturas, aunque más de una vez sucedió la situación inversa: caricaturistas que un buen día decidieron pintar, a pesar de que sólo alcanzaran a manchar el lienzo con colores. Porque no siempre nuestros caricaturistas han logrado pintar, mientras que algunos de nuestros pintores sí alcanzaron la categoría de caricaturistas.
Para comprobarlo, bastaría remontarse a los tradicionales Salones de Humorismo, iniciados en 1921, o a la Asociación de Caricaturistas de Cuba, fundada en 1949.
No se relacionó Adigio con ninguna de esas instituciones, pues cuando concluye sus estudios en la Academia de San Alejandro –precisamente en 1949–, su vocación por el arte e intereses creativos ya estaban comprometidos con su militancia política. Hacía siete años que había ingresado en las filas del Partido Socialista Popular (PSP) y pensaba que sus habilidades artísticas debían estar en función de sus ideales.
Según él mismo ha expresado: «una vez graduado en San Alejandro durante los tres o cuatro años siguientes, no podía pintar. Sentía la necesidad de dar mi aporte en la caricatura y en el dibujo. En la pintura no encontraba forma de desarrollar una tarea militante, revolucionaria».2
El aporte militante de Adigio se concreta en publicaciones como Voz del pueblo, Magazine Mella y, sobre todo, Noticias de Hoy, en la que trabaja como dibujante y/o caricaturista editorial hasta 1953, año en que este periódico es clausurado por el gobierno de Fulgencio Batista.
Sus dibujos y/o caricaturas abordan básicamente los sucesos de interés para la clase obrera cubana de entonces, en correspondencia con el perfil editorial de esas publicaciones vinculadas al PSP.
Nada que ver, entonces, con el humorismo costumbrista o la caricatura personal, mientras que en lo formal también se aleja de las tendencias estilísticas de sus coetáneos.
Pudiera decirse que el compendio gráfico de su labor como caricaturista es un creyón que representa la Constitución de la República pisoteada por dos botas, en referencia al golpe militar del 10 de marzo de 1952. Ese dibujo ha servido de ilustración en numerosos textos de historia de Cuba.
Tras el cierre de Noticias de Hoy, Adigio comienza sus primeros tanteos pictóricos: «empecé a pintar y los cuadros poseían un profundo contenido social. Los personajes y protagonistas eran por excelencia los trabajadores, los pobres, los niños; también realicé retratos a líderes de los movimientos obrero y estudiantil como Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena y otros mártires».3
Sus obras se irían acumulando, pues el pintor no tenía deseos de exhibirlas, aunque existe la referencia de su participación en la muestra colectiva que dejó inaugurada la Galería Permanente de la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo. 4
Tras el triunfo de la Revolución en 1959, Adigio es legitimado inmediatamente como pintor, expone por primera vez una muestra personal, y es notorio que aparezca –entre otros creadores de disímiles generaciones y tendencias– en Pintores cubanos (Ediciones R, La Habana, 1962).
Mientras que muchos artistas sólo comienzan a abrazar la temática social, para Benítez se trata de los tópicos de siempre, que ahora prosigue con ímpetu y optimismo, como arte de salutación a las transformaciones en curso. Años después, manifestaría: «Mi tema siempre ha sido el obrero, el constructor de esta sociedad».5
Con la reaparición del periódico Hoy, desde sus páginas se convierte en uno de los primeros caricaturistas de la Revolución. Y como tal ejercería hasta 1975 en el periódico Granma.6
 A la par de cumplir con su faena como caricaturista, pinta, ejerce la docencia, expone su obra y escribe poesía..., todo esto prácticamente en sus ratos libres. Al igual que otros artistas cubanos, Adigio debió cumplir con sus responsabilidades sociales, y sólo después tenía la posibilidad de crear.
De modo que su obra pictórica –tomada más en consideración que la gráfica– fue por muchos años el resultado de la post-jornada laboral. En el período comprendido desde 1959 hasta 1986, cuando ya se jubila, produce una buena parte de su arte.
Sin renunciar a la temática social, Adigio inicia búsquedas expresivas cercanas al pop, el op art, el expresionismo, el (semi)abstraccionismo... hasta el empleo del ya mencionado recurso visual del origami, que completan la silueta estética de este artista.
Esas piezas pictóricas han tenido varios destinos: instituciones culturales, hospitales, colecciones públicas y privadas... Adigio es muy organizado; lleva un registro de las obras por él creadas, de modo que conoce el paradero actual de la mayoría de ellas.
En el Museo Nacional de Bellas Artes –por ejemplo– puede apreciarse un exponente de la conocida serie Soldadores, majestad plástica de su trayectoria como creador en la que confluyen poesía cromática y búsqueda formal.
«Si fuéramos a hacer un balance de la vida del pintor Adigio Benítez, diríamos que los mejores cuadros producidos por su mano serán ejecutados durante los próximos 20 años, sumándolos a los que ya hizo (pocos o muchos, ¿quién sabe?), durante los 20 años que acaban de pasar. Adigio volverá y revolverá a indagar en los viejos filones, con técnicas más modernas de explotación», escribió Ele Nussa en 1985, y al parecer no se equivocó. 7
Desde entonces, sus rumbos ideoestéticos han estado motivados –seguramente– bajo el prisma del mismo fin: mi deuda/ mi gran deuda/ mi carísima deuda/ se debe a que al nacer/ un par de ojos he traído/ y por ellos pasa el mundo/ y a su través al mundo me devuelvo.8

Trato de imaginar qué impresiones puede causar el arte de Adigio en un niño. Quizás, sin proponérselo, su obra también atraiga a los pequeños. Sería un caso más de un creador cuyos recursos expresivos no sólo son exclusivos para los adultos.
Nosotros encontraríamos referencias históricas, de autorrepresentación, semieróticas, ilusorias..., mientras que un niño disfrutaría de la agradable gama de colores, complementada con una simpática flora y/o unos graciosos animales.
Por consiguiente, no resulta extraño que en los años 80 se concretara un interesante proyecto en un círculo infantil del capitalino municipio de Playa, consistente en obras murales pintadas por Adigio. Además, el jardín quedó ambientado con planchas escultóricas de hierro basadas en sus diseños papirofléxicos. Tales figuraciones fueron ejecutadas por el escultor Juan Quintanilla.
Por primera y única vez, su sello artístico había trascendido el soporte bidimensional. 9 Quien ha persistido por lograr una apariencia volumétrica en el lienzo o la cartulina, empleando solamente el acrílico y el creyón, ¿se aventuraría por sí mismo a la creación tridimensional?
En diálogo con el artista, éste ha manifestado que conoce «lo básico de las técnicas escultóricas», pero todo hace indicar que se siente más cómodo en su condición de dibujante y pintor. Adigio «esculpe» sobre el lienzo o el cartón sin que estos soportes requieran ser doblados o alterados de manera física. 10
¿Pudiera asumirse, entonces, que ya no tendremos esculturas de su autoría? «En cualquier momento que esté menos ocupado, tal vez me decida por la creación tridimensional, pero, para esto, requeriría del apoyo de otras personas», nos ha expresado, como si en él no pesaran sus largos años de vida.
Adigio se ha mantenido fiel a su «arte de los papirotes», según él mismo lo ha denominado. Desde finales de los años 60 del siglo XX hasta la fecha, ha persistido tanto en ese indicio formal a modo de plisado óptico, que ya es consustancial a su estilo. En cuanto al contenido, es notorio que a partir de 1993 –con la muestra «Hallar de nuevo lo pasado»–, tiene lugar otro tránsito en su obra, esta vez orientado hacia la pintura referencial. Cuestión que ya había insinuado a finales de los 80 en una obra como La Virgen y el niño.
A partir de esa ya antológica década del arte cubano, Adigio ha solido incorporar a sus cuadros uno que otro referente del arte universal hasta conseguir una suerte de «todo mezclado» que impele a definir sus propuestas como posmodernas, aun cuando inmediatamente nos retractemos de esa clasificación.
Así, al decir de Pedro de Oraá, algunas características de la obra de Benítez «han favorecido su acercamiento al fenómeno de apropiación del acervo artístico por el movimiento posmoderno», sólo que desde un prisma particular, como atinadamente señalara el crítico: «a toda esa mutación especulativa de la posmodernidad, opone el pintor cubano la esencia de su poética».11  Y es cierto. En el hecho de poseer una plasticidad lírica que lo exime del subterfugio de la mera parodia y la mímesis, quizás radique –en gran medida– la «esencia poética» de este octogenario creador.
Adigio lo mismo se autorretrata junto a Frida Kahlo y Diego de Rivera, que se representa como un papirote de fauno, loco por una Venus de Modigliani («modiglianita», le dice), o convierte en sirena a la gitana tropical de Víctor Manuel. En sus cuadros, por instantes, prima el sentido del divertimento y de la fruición cromática. Él pinta porciones de la gran historia para elaborar la suya.
Y siempre, eso sí, una y otra vez tendrá protagonismo el universo femenino, sólo que de diferentes modos temáticos y formales. La mujer como centro y constante de inspiración se diluye en el conjunto creado, el cual nos señala sus deudas y admiraciones artísticas.
Lentamente, su última factura plástica ha adquirido el protagonismo en su amplia faena creativa. Cada día que pasa favorece para que sus obras anteriores lleguen a ser lo otro en su arte.
Todo artista lleva en sí la sucesión de sus propias inconformidades y complacencias. Una etapa se superpone a la otra, y todas juntas delimitan la fisonomía total de un artista. Pero, por lo general, al menos una prevalece por encima de las restantes. Las propuestas más actuales de este dibujante y pintor quizás bordean tal cuestión, y en éstas –al igual que en sus anteriores obras– subyace un importante elemento común. Hablamos de la firma, como signo además de cierre estético, que en su caso particular, salvo mínimas excepciones, ha sido siempre Adigio.
Regodearse en el procedimiento plástico del plisado óptico le ha traído el favor de la creación de sus papirotes, papirolas o pajaritas... bidimensionales. Con éstos ha deambulado por algunos de los senderos de la fantasía. Y le han favorecido, además, en la expresión total: una pajarita es buena imagen/ símbolo muy puro entre los signos leves/ el tropo rey de las formas apacibles.12
De ello convencido está el pintor-poeta.


1 Surnai Benítez Aranda: «Prefacio» al catálogo-libro Adigio o la insurrección del tiempo. Producciones Meeting Point, España, ca. 1996, p. 3. Este material recoge valiosa información de la trayectoria artística de este creador. Quizás, junto a la tesis de diploma de Larisa Ferrás Planas Estudio de la obra plástica de Adigio Benítez (1988), sean los textos más completos en torno a su figura.

2 Alejandro G. Alonso: Entrevista con el título «Mi tema siempre ha sido el obrero, el constructor de esta sociedad», Juventud Rebelde, 2 de noviembre de 1973, p. 5.

3 Estrella Díaz: Entrevista que, con el título «Siempre he tenido a la pintura en un altar», se reproduce a continuación de este artículo.

4 Consúltese el catálogo Galería Permanente. Nuestro Tiempo, La Habana, 21 de diciembre de 1954.

5 Así se titula una entrevista realizada al pintor por Alejandro G. Alonso. Ver arriba.

6 A inicios de los 90, en el periódico El Habanero aparecerían con sistematicidad ilustraciones suyas.

7 Ele Nussa: «Adigio Benítez a los 40 años», Bohemia, No. 5, 1 de febrero de 1985, p. 22.

8 Adigio Benítez: Poema del pintor. Editorial Letras Cubanas, 2002, pp. 39-40.

9 En la década del 40, Adigio realizó en yeso un busto de Julio Antonio Mella (81,6 x 33 x 34,5 cm). Esta obra –quizás su única escultura– constituye una nota curiosa en su haber artístico y, aunque poco conocida, se inserta en la tradición que ha representado al líder estudiantil en la fotografía, la pintura, el dibujo, el muralismo, la escultura... Bastaría con mencionar el clásico busto de Mella perteneciente al escultor y caricaturista Tony López, emplazado en el conjunto monumentario que preserva sus cenizas frente a la escalinata de la Universidad de La Habana. La obra de Adigio fue develada por el dirigente azucarero Jesús Menéndez, el 11 de enero de 1947, en el antiguo Centro Obrero, sede hoy día del Museo Municipal de Santiago de las Vegas, donde en la actualidad se conserva. (Mi agradecimiento a Idania González, directora del mencionado museo, por sus precisiones).

10 En el arte cubano sólo tenemos noticias de una obra escultórica inspirada en la visualidad papirofléxica. Se trata de Origani (sic), escultura en bronce de Alfredo Lozano (1913-1997) atesorada en una colección privada. La edición de la denominada primera «enciclopedia» del arte cubano del siglo XX ha reproducido un ángulo de esta obra, realizada aproximadamente entre 1978 y 1980. Véase de José Veigas et al.: Memoria: Cuban Art of the 20th Century. California International Arts Foundation, Los Angeles, 2002, p. 233.

11 Pedro de Oraá: «Adigio: rescate de la ilusión», en el catálogo Adigio Benítez. Pinturas 1957-2003. Museo Nacional de Bellas Artes, 19 de septiembre-2 de noviembre de 2003.

12 Adigio Benítez: op. cit., p. 29.

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