Como parte de los agasajos por el aniversario 26 de la victoria de la Revolución Islámica y el día de la Institución de la República en Irán, la Casa de Asia (Oficina del Historiador de la Ciudad) acogió la muestra «En el espejo de Irán», que exhibió arte de esa nación, antigua Persia.
Fueron exhibidos platos, vasijas, jarrones, cofres, cojines bordados, pinturas sobre madera, piezas de cristal con incrustaciones en metal, alfombras persas, así como obras representativas de la artesanía de Jatam.

 Como parte de los agasajos por el aniversario 26 de la victoria de la Revolución Islámica y el día de la Institución de la República en Irán, la Casa de Asia (Oficina del Historiador de la Ciudad) acogió la muestra «En el espejo de Irán», que exhibió arte de esa nación, antigua Persia.
Platos, vasijas, jarrones, cofres, cojines bordados, pinturas sobre madera, piezas de cristal con incrustaciones en metal, alfombras persas –las más finas hechas jamás–, así como obras representativas de la artesanía de Jatam, hicieron traslucir en esta exposición las dos características más reconocidas de la artesanía iraní: la finura y la elegancia.
Además pudieron apreciarse ropas tradicionales de cada región de ese país gracias a una colección de muñecas y reproducciones de obras del pintor Hoyat Shakiba en las que la mujer lleva atuendos cotidianos usados durante la dinastía Qaÿar.
Afiches y fotos de las ciudades de Susa, Persépolis y Pasargada –lugares históricos y patrimoniales– completaron la exposición. Y es que en la arquitectura se halla la mayor contribución al arte de los aqueménidas, quienes sobresalieron fundamentalmente por la construcción de grandes palacios como el de Ecbatana, en Hamadán; el de Babilonia, en Irak, y los de Pasargada y Persépolis, cerca de la actual Shiraz.
 Pequeñas figuras hechas de piedra tallada que representan símbolos de la arquitectura persa –entre los que se destaca el capitel con cabeza de caballo de la época aqueménida de Persépolis– se exhibieron en esta ocasión. También se mostraron las estatuas de grandes reyes, junto a frisos en los que se recrean escenas de hechos importantes de las épocas de esplendor del imperio, o se rinde honor a las hermosas mezquitas que los artistas iraníes construyeron y en cuyos pisos –cubiertos de finas alfombras persas– los creyentes se sentaban a leer el Corán, así como otros manuscritos iluminados.
Asimismo pudo apreciarse el talento de los artífices para embellecer otros libros mediante impresionantes iluminaciones y excelentes encuadernaciones, entre los que destaca el Shah Nameh, una de cuyas ediciones se presentó en esta muestra, permitiendo al público estimar no sólo la excelente literatura, sino el buen arte de la miniatura realizado por artistas contemporáneos.
Aunque hoy día la confección de alfombras, la pintura de miniaturas y la arquitectura islámica son las manifestaciones más conocidas del arte iraní-persa, éste ejerció influencia e inspiración en creadores de la mayor parte del mundo civilizado, desde mucho antes que existiera la historia escrita.
La mayoría de los objetos de esta cultura han sido descubiertos por arqueólogos en lugares muy alejados de Irán como China y la India. Actualmente forman parte de colecciones en varios museos del mundo.

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