Numerosos y disímiles escudos representaron a La Habana durante la época colonial, y en todos –como demuestran estos ejemplos– primó su condición de ciudad fortificada, por encima de la diversidad de estilos y aditamentos.
 Una de las más recias personalidades artísticas del país y, sin duda alguna, uno de los imprescindibles de la plástica cubana del siglo XX.
 Al contrapuntear la voluptuosidad de las frutas con la geometría de los detalles arquitectónicos, este pintor parece querer revelar el lado oculto del barroquismo insular como base generatriz de nuestra naturaleza artística.
 Gracias a la consagración y honestidad de hombres como Alfredo Zayas Méndez, logró preservarse el legado de la Oficina del Historiador de la Ciudad.