Hoy 6 de junio, a las 6:00 p.m., queda inaugurado el Museo Castillo de la Real Fuerza, una institución que, dedicada a destacar los valores de esta fortaleza, permite al visitante realizar un paseo imaginario a través la historia de la construcción naval en Cuba y, en particular en La Habana, desde el siglo XVI al XIX.

Con fines educativos y didácticos, el nuevo museo cuenta con 14 áreas de exposiciones que abordan temas relacionados con las riquezas del Nuevo Mundo, modelismo naval, colecciones rescatadas de los pecios e instrumentos de navegación marina.

 La Giraldilla ha regresado a su lugar primigenio y, a partir de este 6 de junio, desde una airosa posición a la entrada del Museo Castillo de la Real Fuerza, dará la bienvenida a todo el que lo visite. La imagen femenina  de bronce creada por Jerónimo Martín Pinzón, símbolo de la ciudad de La Habana y primera escultura fundida en Cuba, es una de las piezas más importantes de esta institución que se incorpora con un novedoso perfil museológico a la red de museos de la Dirección de Patrimonio Cultural de la Oficina del Historiador de la Ciudad.
La fortaleza, primera de su tipo en América, contiene en sí el mayor valor patrimonial, pero atesorará, además, hallazgos de la arqueología subacuática, entre los que sobresalen hermosas joyas, la forma en que se exportaban el oro y la plata del Nuevo Mundo, modelos navales de diferentes épocas y evidencias relacionadas con  la vida a bordo, a pocos días de ratificar Cuba la Convención sobre Protección de Patrimonio Cultural Subacuático en la sede de la UNESCO.
Sometido a una rigurosa restauración en la que se han respetado sus valores históricos y arquitectónicos, se le añade, como elemento contemporáneo, un nuevo puente confeccionado en madera y vidrio, diseñado por Pedro Díaz, especialista de la Dirección de Arquitectura Patrimonial, el cual facilitará el tránsito de visitantes por la fortaleza.
Con el propósito de hacerles conocer algunas de las piezas más importantes que exhibirá el museo, les proponemos un recorrido por el antiguo Castillo, en compañía de Antonio Quevedo y Jorge Echeverría, directores del Gabinete de Arqueología y del Museo de La Punta, respectivamente, especialistas que han tenido a su cargo la investigación y el montaje de las colecciones que se muestran.
El discurso museológico abre con la historia del fuerte, que luego de iniciar el vasto programa de fortificaciones construidas por España en el continente  para proteger el recorrido de su flota, fue destruido en 1555, por el pirata francés Jacques de Sores. Tres años después,  reconocida la necesidad de su existencia, fue ordenada por Real Cédula su construcción con ampliaciones en la planta alta para vivienda del Gobernador y alojamiento de la tropa. En 1577 culminó la obra que conocemos hoy, formada por un cuadrado perfecto de poco más de 30 m con cuatro baluartes, uno en cada ángulo, y rodeada por un amplio foso, con un puente levadizo de madera que da acceso al interior de la fortaleza. De ahí que se exhiba una maqueta inspirada en el grabado de 1691,  atribuido a Juan de Síscara,  confeccionada por Lázaro García Driggs en una escala de 1:100.
 Piezas arqueológicas halladas en las investigaciones realizadas en el Castillo  por especialistas del Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, entre las cuales sobresalen proyectiles de plomo y piedra,  monedas, restos de hebillas de arreos y de correas de uniformes; pipas holandesas e inglesas y otros objetos como un pequeño crucifijo de latón que alude a la religiosidad de la guarnición de la época, se muestran junto a objetos referidos a  la navegación desde la etapa precolombina. En tal sentido Echeverría señaló que Cristóbal Colón en su segundo viaje, cuando dejó escritas sus impresiones sobre las riquezas maderables de la Isla empleadas en la construcción naval, mostró su admiración por las canoas aborígenes de magnífica flotabilidad y navegabilidad.
Otra área expositiva recuerda que a partir de 1602, por Real Cédula de Felipe II, La Fuerza deviene almacén para garantizar la seguridad de las riquezas americanas en tránsito hacia España, lo cual evidencia la importancia del puerto habanero como centro de la flota de Nueva España. Siguiendo el recorrido llegamos a las vitrinas, en las que se aprecian discos y barras de oro y plata, procedentes de las minas de Taxco, Pachuca y Guachinango, que eran trasladadas del continente a la metrópoli, y mostraban marcas diversas correspondientes a la zona minera o al propietario del yacimiento al que pertenecían. “Esa materia prima, utilizada en la metrópoli para la fabricación de monedas y joyas podemos exponerla hoy, gracias a los trabajos de rescate y conservación realizados por la empresa CARISUB S.A., institución cubana que desde 1980, desarrolla actividades de arqueología subacuática en el territorio nacional, con una inmensa riqueza cultural bajo sus aguas”, indicó Antonio Quevedo. 
Despiertan el interés joyas como el precioso broche de oro encontrado en un pecio del siglo XVI, monedas de valor extraordinario pertenecientes a las primeras emisiones de la ceca de Santo Domingo en 1555, y objetos de uso como un dedal de oro hallado en el pecio de Nuestra Señora de las Mercedes, que gracias a la investigación realizada en las actas declaratorias de los propietarios de la carga del navío por el Dr. César García del Pino se conoció la existencia en el buque de dos dedales de oro,  y uno de ellos es, precisamente, el expuesto por el museo.
 La construcción naval en La Habana desde mediados del siglo XVI aparece también reflejada en el Museo Castillo de la Real Fuerza. Ya en el XVII en el arsenal de la Villa se construyeron embarcaciones tan importantes como la nave Nuestra Señora de Atocha, representada en la institución patrimonial. Con una función didáctica, en esta sala se puede apreciar el mismo galeón pieza por pieza, con su leyenda, lo cual atraerá sin duda el interés de niños y adolescentes. Las maquetas de la embarcación están acompañadas de una singular pieza original, una de las 583 barras de cobre que llevaba a bordo el Atocha cuando naufragó en 1622, frente a las costas de La Florida. Las barras eran extraídas de las minas de cobre de Santiago de Cuba, se trasladaban hacia La Habana y desde ahí se embarcaban hacia España.
En otra sala se trata el tema de la vida a bordo, en cuyas vitrinas se exponen saleros, cuentas de rosarios, portavelas, uniformes de la Marina Española del siglo XIX y otros objetos rescatados por arqueólogos subacuáticos. Antonio Quevedo señala que también dentro del museo está reservado un espacio para el modelo naval del Santísima Trinidad que se construye en el Castillo de La Punta y que, a partir de diciembre próximo, tendrá su emplazamiento definitivo en La Fuerza, donde se realizará la arboladura del barco. La maqueta es ejecutada en escala de 1:25 por un equipo de modelistas cubanos dirigido por Juan Carlos Zuloaga Izquierdo, con el apoyo de la ONG Amigos del Santísima Trinidad  y el Museo Naval de Madrid. Bautizado con el sobrenombre de El Escorial de los Mares, el Santísima Trinidad resultó el más grande y artillado galeón de su tiempo botado en el Real Astillero de La Habana en 1769; naufragó en 1805, tras la Batalla de Trafalgar frente a las costas gaditanas.
El Museo Castillo de la Real Fuerza reserva espacio para ofrecer detalles de la decadencia y el fin del Real Astillero de La Habana, según informó Echeverría durante el recorrido por la institución, que reabrirá al público a partir de este sábado con un proyecto sociocultural, dirigido a diversos sectores de públicos. Después de la Batalla de Trafalgar, en 1805, la industria naval mundial se desarrolló aceleradamente, se revolucionaron la artillería y el blindaje, y de la vela se pasó al vapor; fenecieron entonces las grandes construcciones navales y la actividad del Real Arsenal quedó reducida a la reparación de buques. Entre 1844 y 1852 solo se botaron al agua un bergantín, una corbeta y el vapor Colón, que cerró la producción naval de esa instalación. Una última sala de la planta baja exhibe instrumentos de navegación: binoculares, astrolabios, catalejos…
 Al ascender a la planta superior del museo apreciamos otras dos áreas: la primera, dedicada al modelismo naval, que muestra modelos como el de Juan Sebastián Elcano, y el del famoso buque Bluenose (1921), donado por la organización Amigos del Santísima Trinidad. Símbolo de la provincia de Nueva Escocia, la goleta durante 17 años ganó el Trofeo Internacional de Pesca y permaneció en el puerto habanero entre 1942 y 1946. La segunda será una sala polivalente, sede de exposiciones transitorias, conferencias y otros eventos.
Antes de concluir esta visita al Museo Castillo de la Real Fuerza, Antonio Quevedo precisó que el guión museográfico de la institución fue muy cuidadoso a la hora de no tocar las paredes, y veló porque las colecciones se expusieran en paneles, posters, sin rozar la exquisita labor de piedra y cantería del Castillo, al tiempo que reconoció la labor mancomunada de varias entidades de la Oficina del Historiador como la Dirección de Arquitectura Patrimonial, la Empresa Constructora de Monumentos,  la Dirección de  Inversiones y la Dirección de Patrimonio Cultural,  todas han hecho posible la realización del  proyecto que se inserta a la vida cultural de la zona antigua.

Teresa de Jesús Torres y Marjorie Peregrín
Periodistas de Habana Patrimonial 

Escribir un comentario


Código de seguridad
Refescar