Mitad polaco, mitad francés, Chopin —quién lo duda— es de todos. Luz fugaz que brilla por los siglos en el firmamento de las artes. Aquí sembró para siempre en nuestro Ignacio Cervantes.
Paris siempre ha brillado con luz propia, pero también con luz ajena. Dando luz, la recibe.
De madre polaca y padre francés, Federico Chopin nació en 1ro de marzo hace dos siglos, en Zelazowa Wola, cerca de Varsovia. Cuando tenía poco más de 20 años de edad llegó a la Ciudad Luz. Allí vivió, amó y creó por más de dos décadas. Allí quedó para siempre su frágil cuerpo en el cementerio Père-Lachaise, bajo un puñado de tierra de la añorada Polonia. Su corazón ardiente, sin embargo, regresó a Varsovia por voluntad propia. Qué imagen del desgarramiento. Porque no todo es luz en la vida del artista, mucho menos si es emigrante.
Mitad polaco, mitad francés, Chopin —quién lo duda— es de todos. Luz fugaz que brilla por los siglos en el firmamento de las artes. Aquí sembró para siempre en nuestro Ignacio Cervantes. Aquí está hoy —quien no lo siente— en el Oratorio San Felipe Neri, con su amada George Sand, como en las celebérrimas tertulias parisinas de María de las Mercedes Santa Cruz, Condesa de Merlín, en la rue Bondy. Hoy palpita su alma junto a nosotros, gracias a Ulises Hernández y a sus amigos del Lyceum Mozartiano de La Habana que acaba de cumplir un año.
Ana María Reyes Sánchez.
Directora de la Casa Víctor Hugo
Directora de la Casa Víctor Hugo