La exposición itinerante «Macondo visto por Leo Matiz» se inaugura hoy 11 de junio en el Centro Hispanoamericano de Cultura. Auspiciada por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia, la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, el Consejo Nacional de las Artes Plásticas y la Fundación que lleva el nombre del prestigioso fotógrafo suramericano, la muestra pretende revelar cómo «Leo Matiz  plasmó con su cámara la exuberancia, los personajes, los acontecimientos y el drama humano de los seres».
La Fundación Leo Matiz ha perseguido durante su vida apasionadamente el objetivo de recordar  la obra del fotógrafo y, en este caso particular, resaltar la importancia de Macondo como lugar a un tiempo real y mítico, pero de rango universal.  

Para la diplomacia cultural colombiana es un orgullo presentar «Macondo visto por Leo Matiz», una muestra que reúne imágenes de uno de los maestros de la fotografía colombiana y latinoamericana del siglo XX.
Leo Matiz, el «guardián de la sombra», nació en Aracataca, Magdalena, cuna también de nuestro Nobel  Gabriel García Márquez. Sus recorridos de infancia por el río Magdalena, las llanuras de Bolívar y Cesar, la zona bananera y las poblaciones ribereñas de la Ciénaga Grande, le permitieron captar el ambiente, la gente y la cultura de ese espacio geográfico que, años después y gracias a la magia del Nobel, conoceríamos como Macondo.
Presentar el trabajo de uno de los grandes artistas colombianos en los circuitos culturales y artísticos de otros países, es una oportunidad invaluable para hablar , desde otra óptica, de un país de diversidad cultural, de un país donde las tradiciones culturales son parte vívida de su cultura, de un país que ha existido con enorme vigor, de un país de creación.
Agradezco a los espacios que en Ottawa, Montreal, México y Tokio abrieron sus puertas a esta muestra, y a todos aquellos que próximamente la recibirán. Muchísimas gracias a la Fundación Leo Matiz por permitirnos acceder y dar a conocer este patrimonio cultural colombiano. Muy seguramente muchos de quienes se acerquen a la exposición habrán conocido a Macondo a través de Cien años de soledad. Esta exposición es una invitación a evocar ese lugar universal a través del ojo y el lente de Matiz.
   
 Campesino, (1960). Impresión moderna en papel Giglé, (99,5 x 98 cm)  Sancocho trifásico, (1960). Impresión moderna en papel Giglé, (99,5 x 78,5 cm)

Macondo visto por Leo Matiz
Por Sergio Uribe

Leo Matiz, el hijo de Macondo
Macondo. Nombre enigmático, evocador y poderoso de un lugar del planeta; el apelativo simbólico, cósmico y esotérico que define la Aracataca geográfica, pero idealizada y sublimada por la imaginación y la poesía.
Macondo-Aracataca, un rincón de América que ha sido fuente de inspiración de artistas, origen y espacio vital de personajes mágicos, excepcionales e inolvidables: todos los miembros de la estirpe de los Buendía, con sus bastardos, esposas, concubinas e hijos legítimos, su personal de servicio; escenario transitado por el Judío Errante y lugar donde los niños nacen con colita de cerdo.
Dicho territorio poblado por personajes extravagantes y temperamentales fue la cuna y perfecto hábitat natural de sus hijos predilectos: Gabriel García Márquez, premio Nobel de literatura, y Leo Matiz, el del ojo divino, amigo de los caballos, paquidermos y tigres. Leo Matiz se calificó a sí mismo como un personaje de Macondo y su contribución en la difusión de la población mítica de sus raíces es innegable.
Por medio de su trabajo como reportero gráfico, Leo Matiz plasmó con su cámara la exuberancia, los personajes, los acontecimientos y el drama humano de los seres oriundos de esa aldea de «casas de barro y cañabrava» en la proverbial descripción de García Márquez, un espacio en el Caribe latinoamericano que hoy tiene rango universal. Un mundo «tan reciente que muchas cosas carecían de nombre». Imágenes silenciosas pero de profunda expresividad dramática y perfección técnica.
Con anterioridad a la publicación de la obra cumbre de la literatura colombiana Cien años de soledad,  Matiz ya había consignado, hace sesenta años, en imágenes fotográficas y en una frase, la realidad de Aracataca, que precedería la celebérrima y acabada expresión literaria de su insigne compatriota García Márquez. Leo Matiz decía: «no teníamos los inventos recientes del apenas iniciado siglo veinte, pero poseíamos el escenario vivo y cambiante de la naturaleza. En ese espacio yo era un niño campesino y salvaje. Cazaba patos, micos, trabajaba la herrería y arreglaba armas. A los diez años tuve mi primera escopeta y es una evidencia de la libertad con la que se vivía en el campo», expresó el fotógrafo.
El ojo de Leo Matiz quien en sus propias palabras, vino a ver el infinito, abarcó con su sentido de la vista la realidad de Macondo y con ella, al mismo tiempo, la realidad de los pueblos latinoamericanos, bajo el filtro de la belleza, con la curiosidad y el asombro propios de la mirada de un niño: «Yo disfruté el oficio de la fotografía porque estaba dominado por el ansia de conocer. De niño sólo observaba. Cuando descubrí la fotografía y aún ahora, pienso que he observado previamente. Soy un observador de la naturaleza. Permanezco horas viendo el vuelo de una garza. La mayoría de los fotógrafos se cansan. No desean insistir en el tema. Yo siempre miraba, revisaba y empezaba de nuevo».
Los ojos de Leo Matiz se posaron en los datos inmediatos proporcionados por la vista, pero indagando, al mismo tiempo, el significado y el ser de las cosas. Su mirada no fue únicamente aprehensiva, sino descriptiva. Las fotos hechas por el colombiano de la exuberante y cálida Macondo nos convierten en testigos de una mirada repleta de carga emotiva y estética, portadora de una historia, de una vida vivida por Matiz, hijo de Macondo, con pasión desbordada.
   
 Cantante Vallenato, (1955). Impresión moderna en papel Giglé, (99,5 x 78,5 cm)  Casa de Bahareque, (1950). Impresión moderna en papel Giglé, (99,5 x 78 cm)

La muestra
La mirada amorosa, descriptiva y penetrante de Leo Matiz se actualiza una vez más en la iniciativa del Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia que ha organizado, a partir de 2007, una exposición itinerante: «Macondo visto por Leo Matiz».
La intensión de las autoridades colombianas es difundir la exposición a todos aquellos lugares donde Colombia tiene relaciones y vínculos culturales. La muestra, que se ha efectuado ya en las ciudades de Ottawa, Toronto, Montreal, México y la más reciente llevada a cabo en octubre de 2008, en la sede del Instituto Cervantes de Tokio, en Japón, constituye un esfuerzo del gobierno colombiano por difundir su riqueza cultural y la obra de uno de sus mayores exponentes, en el ámbito de la fotografía, al unísono con la voz literaria del creador de Macondo, Gabriel García Márquez. La puesta en marcha en Aracataca de dos museos como espacio para el desarrollo de actividades culturales: el museo y Casa de la Cultura Leo Matiz, y la reconstrucción de la casa natal del premio Nobel de literatura, constituyen dignos homenajes a dos colombianos distinguidos que, como pocos, han añadido belleza al mundo con su obra imperecedera.
La curaduría de la exposición ha corrido a cargo de Alejandra Matiz, hija del artista y presidenta de la Fundación Leo Matiz, y de Miguel Ángel Flórez Góngora. La Fundación Leo Matiz ha perseguido durante su vida apasionadamente el objetivo de recordar  la obra del fotógrafo y, en este caso particular, resaltar la importancia de Macondo como lugar a un tiempo real y mítico, pero de rango universal. «Por su importancia, como hija y como colombiana, es mi responsabilidad presentar el legado de mi padre a un número cada vez mayor de personas, centrando la atención del público en su producción artística y en su talento fotográfico».
Alejandra Matiz ha afirmado, con ocasión de dicha muestra, que si alguna obra visual perteneciente a la cultura colombiana encarna la esencia de lo que representa el universo de Macondo, son las fotografías de Leo Matiz por su extraordinaria visión del mestizaje, su cautivante imaginación para aproximarse a los personajes y a las situaciones que se cruzan en los territorios de lo real maravilloso.
La muestra «Macondo visto por Leo Matiz» reúne un conjunto de 61 fotografías que captaron la fuerza de las tradiciones populares vinculadas al trópico colombiano. Para la presidenta de la fundación «su ojo incisivo y alerta ofrece la esencia más inmediata de los lugares más olvidados y vitales de la geografía macondiana, pertenecientes al mundo rural y urbano del Caribe».
   
 Pescador, (1950). Impresión moderna en papel Giglé, (99,5 x 98,5 cm)  La Red, (1939). Impresión moderna en papel Giglé, (99,5 x 98,5 cm)


Su arte

Leo dijo «Lo que he deseado registrar es el dolor humano. Y encontrar belleza en lo que para algunos es fealdad o tristeza, como es la miseria, la soledad de los niños, la desnutrición, yo he creído presentar la crudeza de la vida. No es hacerla más despreciable o más lamentable, es encontrar en el obrero, en la gente que hace las cosas bien, en los que luchan en la vida algo nuevo para mostrar».
La fotografía de este hijo de Macondo excede el ámbito de lo meramente periodístico y supera el tono de la crónica social para alcanzar el grado de verdad descarnada. Quedan de manifiesto y proyectadas por la lente algunas de sus referencias inconscientes, sicológicas y culturales. Leo registró Macondo con su mirada particular y privilegiada en una sucesión de imágenes que a su vez crean emociones.
Macondo y Matiz son complejos en términos de referencias, pero la obra fotográfica es abundante en elementos como la vegetación, las bananas, el circo, los gallos que lo unifican con el mundo natural del que él se nutrió y participó: «No espero, voy. Como el agua, con el mismo espíritu. El agua ha compenetrado mi existencia, crecí cerca del agua, durante toda mi infancia estuve en contacto con este elemento. Desde pequeño montaba a caballo hasta el río, me gustaba verlo nadar. He tratado el tema del agua con mucho amor. Para mí el agua es más importante que el cielo».
Muchas voces desprovistas de mirada estética manifiestan su desagrado al enfrentarse con las realidades más crudas de la vida y Leo retrató su realidad. El mundo permanece irredento, Macondo es un lugar idealizado por la imaginación, pero Leo lo ha enriquecido con las fotos de algunos de los voluptuosos temas del Caribe. Dicha proximidad con la vida de todo ser humano la vuelve cercana y entrañable. Hay belleza en la verdad, alegre o dolorosa, pero Matiz se une a la categoría de artistas excepcionales que lograron explicar y elevar lo cotidiano, el absurdo, la miseria y la naturaleza a un rango de belleza.
Las imágenes evocadoras del Macondo de Leo Matiz suscitan toda clase de sensaciones y asociaciones. Si como dijo García Márquez, cuando uno siente muchas ganas de vivir es porque está llegando al mar, la mítica y cotidiana Macondo se nos ofrece como un espejo de la vida misma, donde todas las aldeas son Macondo y Macondo es todas las aldeas, por encima del dato sensorial preciso para revelar el enigma de este lugar mágico, un mundo nuevo añadido al mundo.
   
 El de los cocos, (1960). Impresión moderna en papel Giglé, (99,5 x 77,5 cm)
 Tejedor de redes, (1960). Impresión moderna en papel Giglé, (99,5 x 98,5 cm)

Aracataca, Magdalena, un pueblo ardiente localizado al norte de Colombia, posee un lugar seguro en la historia cultural del país y de América Latina. En ese territorio caluroso y marginado, nació el Nobel de literatura Gabriel García Márquez y allí también vino al mundo en 1917 el fotógrafo Leo Matiz, considerado como uno de los más importantes protagonistas de la fotografía en el siglo XX.
Fotógrafo, caricaturista, pintor, creador de periódicos y galerías de arte, Leo Matiz capturó con su cámara y durante su vida de trotamundos por los cinco continentes, instantes decisivos de la historia contemporánea. En su oficio de galerista realizó en 1951 la primera exhibición de pinturas del artista Fernando Botero en la Galería de Arte Leo Matiz de Colombia. En los inicios de la década de 1940 se instaló en México y laboró en la industria cinematográfica y periodística de ese país.
   
 Campesino, (1951). Impresión moderna en papel Giglé, (99,5 x 98 cm)  Canoas, (1952). Impresión moderna en papel Giglé, (99,5 x 96,5 cm)

En su carrera de fotógrafo estuvo vinculado con las revistas Así, de México y en publicaciones norteamericanas como Life, Norte, Harper Magazine, Look y Selecciones del Reader’s Digest durante los años 1940 y 1950.
Leo Matiz fue condecorado en 1995 con los premios Horus Sicof en Milano, Italia. En ese mismo año recibió del gobierno francés el título de Chevalier des Arts et de Lettres (Caballero de la Orden de las Artes y las Letras). En 1997 el Estado italiano lo condecoró con el Filo d’Argento (Hilo de Plata), en Florencia. En 1998, por medio del Ministerio de Cultura se le rindió tributo al reconocerle su aporte al desarrollo de la fotografía del siglo XX en el país.
Leo Matiz murió en Bogotá, Colombia, el 24 de octubre de 1998, dejando un legado extraordinario de imágenes que él supo comunicar de modo riguroso y con fuerza expresiva.

(Textos que aparecen en el Catálogo de la exposición «Macondo visto por Leo Matiz», inaugurada el 11 de junio de 2010)  

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