Hasta fines de diciembre estará abierta en una de las galerías interiores del Palacio de Lombillo, la exposición «Play-callejeros», del fotógrafo José Julián Martí.

«En las imágenes de Pepe resalta la armonía compositiva con que enfoca la simplicidad de juegos que aparecen casi de la nada, de una hoja de papel, de una pirueta o brinco divertido, de unos hilos o algunas maderas», explica Mabel Llevat en las palabras al catálogo.

Vista general de la galería de Lombillo, donde se exhibe la exposición «Play-Callejeros» de José Julián Martí.

El arsenal de juegos de un niño puede ir desde lo precario hasta modernos prototipos de la tecnología y la industria del juego. Sin embargo, el juguete que el niño muchas veces recuerda con más cariño no es el más sofisticado, sino el que le ha construido el padre, el que resistió todos los embates de juegos en grupo o en solitario, con el que pudo pasar más horas y que le permitió socializar y jugar con otros niños.
Muchas son las teorías actuales sobre los juegos que más estimulan y desarrollan la creatividad del niño, sus habilidades y su capacidad de integración social, pero en las fotografías de Pepe vemos juegos «simples» que necesitan imaginación, juegos  que no se verán en otras partes del mundo donde los niños tienen acceso a juguetes cada vez más autónomos o sorprendentes.
El juego y el juguete también han sido una manifestación de la globalización, pocos juguetes quedan como símbolo de una tradición o cultura específica. En las imágenes de Pepe resalta la armonía compositiva con que enfoca la simplicidad de juegos que aparecen casi de la nada, de una hoja de papel, de una pirueta o brinco divertido, de unos hilos o algunas maderas. La fuerza dramática es subrayada por el foco de atención resultante de la experimentación con los distintos planos, las imágenes indican la presencia de su protagonista a través de hábiles recursos expresivos en los que captan un detalle (las manos, los bolsillos del niño, o incluso algún dibujo o su huella en el asfalto). Existe una ley de la psicología visual que revela cómo la mente tiende a completar la imagen cuando la composición solo capta un detalle aislado, y es por eso que al ver los fragmentos de las fotografías de Pepe, podemos imaginar fácilmente el resto, componer mentalmente toda la escena. En eso consiste la magia y la habilidad de captar el detalle correcto, capaz de sintetizar un pensamiento, suceso, acción o concepto.
El solitario barco de papel, la niña que enfadada recoge su muñeca, los tres que juegan a mirar el mundo de cabeza, el papalote que se pierde entre las nubes, el niño que le pone las ruedas a su «chivichana»…, todas las imágenes ponen de manifiesto una solidaridad o empatía con ese mundo silencioso del niño, que en su esfuerzo creador de nuevos juegos a veces sorprende por la simplicidad con que consigue diversión.

Mabel Llevat
Historiadora del arte y
artista de la plástica

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