De texto de obligada referencia para el estudio de las instituciones que tuvieron su sede en ese espacio verde calificó la Dra. Alicia García Santana el libro Historia de la Quinta de los Molinos, presentado como parte del evento Ecojardín, que tiene lugar en esa institución de la Oficina del Historiador de la Ciudad hasta mañana, sábado 29 de marzo.

Historia de la Quinta de los Molinos es una de las propuesta de Ediciones Boloña en este 2014


A MANERA DE PRESENTACIÓN

Tiene el lector en sus manos un libro minucioso en su detalle, sostenido por una acuciosa investigación en fuentes primarias y en el repaso de la información contenida en publicaciones periódicas y libros. Ofrece revelaciones que, en algunos casos rectifica errores; en otros, aporta nueva luz sobre uno de los espacios más emblemáticos de La Habana: la Quinta de los Molinos. La importancia histórico-urbana de la misma, ubicada en sitio privilegiado de la capital del país —en el encuentro de la avenida de Carlos III (hoy Salvador Allende) con la calle G, y en las proximidades del Castillo del Príncipe y de la Universidad de La Habana— era un tema pendiente en nuestra historiografía. Luis Abreu ha logrado zanjar con creces esa deuda, animado de una sincera devoción por la historia real y mítica de la Quinta de los Molinos, desde los fundamentos de su constitución hasta el detalle anecdótico.
Por su ubicación geográfica, la historia de la Quinta de los Molinos es la de la Zanja Real, establecida en su proximidad; la de la producción de tabaco rapé y verdín, razón del nombre por el que fueran conocidos estos terrenos; la del Jardín Botánico ubicado en sus áreas; la de la quinta de recreo instalada allí por el capitán general Miguel de Tacón; la de la línea del primer ferrocarril que atravesaba sus predios; la del trazado definitivo de la avenida de Carlos III, que le pasa por delante; la de la Universidad de La Habana y su Escuela de Agronomía; la del museo dedicado al Generalísimo Máximo Gómez, alojado en la casa principal al final de la guerra; en fin, la de las labores por su conservación emprendidas por la Oficina del Historiador de La Habana con miras a devolverle su antiguo esplendor paisajístico, cultural y científico, con el laudable propósito de que la Quinta de los Molinos —único espacio verde en el corazón de la capital del país— retorne a ser parte sustancial de la vida espiritual y de esparcimiento de los habaneros. Con la sola relación de los temas mencionados se comprende la complejidad del empeño enfrentado por el autor de este documentado texto que tampoco pasa por alto las diversas incidencias relacionadas con personajes o hechos vinculados a la Quinta.
Desde el punto de vista de la historia de la arquitectura cubana es de resaltar el aporte de Abreu en cuanto a datos sobre el proceso de construcción de la casa de recreo, tipo de residencia que aparece en las primeras décadas del siglo XIX en los barrios del ensanche urbano de las ciudades y que constituye una propuesta nueva, diferente de la tradicional casa con patio de estirpe hispanocriolla. Las casas-quintas inspiradas en las villas Delicias de los italianos y franceses se caracterizan por presidir un terreno-jardín, en vínculo con el entorno a través de pórticos perimetrales y terrazas-miradores. Es el horizonte el límite virtual de sus emplazamientos, indivisiblemente unidos al jardín. Casa y jardín configuran una unidad urbano-arquitectónica. Posiblemente, el hecho de que el Jardín Botánico de La Habana fuera trasladado a la Quinta de los Molinos explique la selección de sus terrenos para la ubicación de la residencia de veraneo de los gobernantes del país. Las casas-quintas eran valoradas como saludables y adecuadas para contrarrestar el calor de nuestro fuerte verano.
En otro sentido, la documentación localizada por Abreu referida a la construcción de la residencia es pertinente a los efectos de la identificación de las transformaciones y ampliaciones que sufriera a lo largo del tiempo, información imprescindible para su restauración. Esta aseveración puede ser aplicada también a los datos compilados sobre los edificios complementarios de la residencia principal, los de la casa de los molinos y el ramal del acueducto que la alimentara y el propio Jardín Botánico.
Es de destacar la revalorización de la figura del español Ramón de la Sagra, individuo que nos dejara una de las obras más completas sobre la historia, la naturaleza y la economía cubanas del siglo XIX. Por su lamentable disputa con José Antonio Saco no fue bien visto por parte de los criollos de la alta clase, lo cual influyó en la historiografía de la época, pero no cabe la menor duda de los méritos del español por su directa participación en la creación del Jardín Botánico y por su impresionante obra científica. También la de figuras modestas, apenas recordadas, como la del jardinero mayor, Antonio Ziegler, a quien se le debe la conformación del jardín al tiempo de su traslado a la Quinta de los Molinos. Otros muchos personajes desfilan en este discurso sin exclusiones.
 De amorosamente cálida se puede calificar la descripción que hace Abreu de la entrada del Generalísimo Máximo Gómez en La Habana, pintada con una emoción que brota como resonancia del mismo hecho:
«En febrero de 1899 la expectación se apoderaba del pueblo de nuestra Capital: el General en Jefe del Ejército Libertador, el dominicano abnegado que desde el 16 de octubre de 1868 había iniciado su valiosa contribución a la causa de la independencia de esta Isla, Máximo Gómez Báez, haría su entrada en La Habana y todos tendrían oportunidad de verlo, de aclamarlo y de disfrutar de su amada presencia [...]. Y el día 24 ocurrió lo esperado: El Generalísimo entró triunfalmente en la ciudad; venía montado en su caballo zaino con la misma rigidez de siempre, pero con una amplia sonrisa y con sus ojos brillantes por la alegría. Durante el recorrido a través de la Cal-zada del Cerro, Monte, Belascoaín, Reina, Galiano, San Rafael y Obispo, recibió las más disímiles muestras de cariño, de respeto y de veneración que hasta ese momento no se habían tributado a nadie en Cuba. Testigos presenciales del hecho, como el corneta de órdenes de Gómez, José Cruz Pérez y el doctor Rafael Martínez Ortiz, coinci¬dieron en calificar el recibimiento al General Máximo Gómez como un acto imponente que no parecía tener límites: tal era el entusiasmo de la muchedumbre que abarrotó las calles habaneras y la Plaza de Armas, frente al Ayuntamiento, donde se celebró la ceremonia oficial de bienvenida. Concluida esta, el Generalísimo, su escolta y demás acompañantes, se trasladaron a la Quinta de los Molinos, que había sido habilitada para acoger a Máximo Gómez y su Cuartel General».
El párrafo seleccionado ilustra el mucho sentimiento con que este texto ha sido elaborado por un investigador carente de vanidad, obsesionado por la verdad histórica. Démosle a Luis Abreu las gracias por abrirnos las puertas de la historia de la Quinta de los Molinos, al mismo tiempo que, en virtud de su restauración, nos llega la invitación para que deambulemos por sus senderos al encuentro de un pasado hecho presente. Es una feliz y complementaria coincidencia la publicación de este libro y la reapertura de la Quinta de los Molinos.

Alicia García Santana
Prologista del libro

 

Imagen Izquierda: Luis Abreu, autor de Historia de la Quinta de los Molinos en la firma de autógrafos. Imagen Derecha: Público asistente a la presentación del libro.

Comentarios   

Mayda Alejandra
0 #1 Mayda Alejandra 12-04-2014 03:44
Muy interesante.Felicidades.
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