«Así como no se concibe el Carnaval sin las máscaras, no se conciben las máscaras sin el baile, y de cada cien individuos que se disfrazan, noventa lo hacen para bailar», expresa el cronista al tratar la historia del Carnaval y de las fiestas carnavalescas en Cuba.
 Revisión general de las costumbres públicas entre 1933 y 1938, «comparándolas con las de tiempos anteriores, a fin de descubrir si éstas han mejorado o empeorado, o si nos encontramos en igual situación».

 En este artículo el cronista trata de «explicar la razón de la sinrazón de la mala voluntad» que le profesan a los bodegueros los vecinos de la barriada en que tiene instalado su establecimiento.

    Sobre el pater familia «un buen señor, que trabaja como un burro, de la mañana a la noche, ya en un empleo oficinesco, ya como abogado, como médico, ya como comerciante o industrial», y el homenaje que una vez al año deben rendirle sus hijos a éstos que «ya ni siquiera son considerados padres, sino papis».