Sobre los empleados públicos que, al decir del cronista «son unos sabrosones que se pasan la mañana o la tarde haciendo que trabajan delante de la mesa o la maquinita de escribir, pero en realidad, conversando unos con otros o dando paseítos a los demás departamentos de la oficina o al café cercano; y todo eso, cuando asisten al trabajo y no disfrutan de licencias efectivas o botelleriles».

 En este artículo publicado en la revista Carteles el 25 de septiembre de 1938, el cronista comenta acerca de este «vicio que tiene caracteres de universalidad, pero que en el cubano se manifiesta como una de las grandes lacras de nuestra vida política y administrativa».

 Al comentar algunos de los males, defectos y vicios coloniales, el articulista refiere como «buena prueba de ello la tenemos en la contumacia del papeleo y expedienteo en nuestras oficinas públicas del Estado».

 Con su acostumbrado tono satírico, el cronista nos presenta «solamente unas cuantas, muy pocas variedades de sabrosos de la clase media y del gran mundo, que en nuestra capital han resuelto el trascendental problema de vivir ¨sin dar un golpe¨, sabrosamente, burlándose de la maldición bíblica: ¨ganarás el pan con el sudor de tu frente¨»