Momento de cambio hubo en la obra del pintor Leslie Sardiñas cuando expuso en 2006 una serie de pequeños personajes, casi infantiles: seres «cargados de ironía y sexualidad, escondidos tras su apariencia de niños, dotados de una compleja, pero no siempre indescifrable, simbología».
 Al sobrevolar Surgidero de Batabanó con este pintor, sentimos –aunque sea por un instante– que somos «la ínsula distinta en el cosmos, o lo que es lo mismo, la ínsula indistinta en el cosmos», como hiperbolizara José Lezama Lima.
 Con un predominio de la visualidad, el libro Otras portadas de La Habana presenta más de 200 láminas con las características y encantos de portadas de antiguos inmuebles. La obra, además del prólogo y las conclusiones, contiene tres ensayos que complementan a las fotografías de interés, captadas expresamente para esta edición limitada a los siglos XVI-XIX.
 Dotado de especial capacidad para observar el espacio y traducirlo en la pintura, Sinecio Cuétara presenta «una ciudad imaginada que se desdibuja como los sueños, una ciudad coloreada, atravesada por el aire que la envuelve, una ciudad que se fragmenta, se descompone y recompone en fachadas como tarjetas de presentación de la misma».